Sólo guardaos de la blanca luna
Es bien sabido por multitud de testimonios indirectos que antes de viajar en 1614 a Barcelona, el hidalgo manchego don Alonso Quijano solicitó del famoso notario Albert García-Espuche, con casa grande abierta en la calle barcelonesa de Montcada, un amplio escrito en el que a modo de inventario se detallaran las características de la Barcelona que Quijano iba a encontrar en la ciudad en cuya playa recobró la razón, y con ella, la muerte. Aunque conocido, pero sólo por testimonios que dan fe, mas no señal de él, el inventario de Espuche ha sido el santo grial del cervantismo. Hasta hoy. Hasta ayer, mejor, en que el manuscrito (o más precisamente, un fragmento de él donde asemeja faltar final y principio) apareció en un contenedor de basura, dándose la circunstancia de que un culto y benemérito empleado de la limpieza pública lo rescatara de las fauces mecánicas y de seguido llamara a la casa de este narrador, siendo madrugada, para que diera al mundo cuenta y razón del descubrimiento. Y a eso el narrador va, sin dilatar, o dilatando, que es parto.
"El barcelonés industrioso se ha convertido en próspero fabricante de minucias"
'El inventario', de Albert García-Espuche, retrata la Barcelona que acoge al caballero Quijano
"... Y como se aprecia en la copia que le adjunto de la famosa lámina de Van den Wyngaerde, datada en 1563, quizá sea ésta la última gran novedad urbanística de la ciudad: trazar la muralla renacentista, no sólo para que sirviera de baluarte defensivo sino también de embellecimiento urbano, enfrentó largamente al Emperador, y a sus huestes, con el Consell de Cent de la ciudad. Pero puede decirse que la solución final reunió armoniosamente ambas inquietudes y que tanto vuestra merced se sentirá en la ciudad a salvo de moros y piratas cuanto podrá dar largos y tranquilizados paseos por el nuevo frente de mar abierto. Mar en cierto modo dominado, ideal para un caballero de tierra adentro, que sólo de la blanca luna habrá de guardarse".
"Como ya le anuncié en el proemio, Barcelona cuenta con alrededor de cuarenta mil almas. Aunque puede decirse que sólo de unas trescientas familias quedará en los siglos huella. Son ésas las mismas que en la proximidad de la peste disponen de la gracia de abandonar sus casas, tapiarlas, e instalarse cuan larga sea la temporada en moradas rurales del llano de Barcelona o incluso de más allá. Como notario y reparador de censos puedo asegurarle que éstos se reanudan con facilidad vertiginosa en unas pocas calles, mientras que en muchas otras, las más, tardan años y años en volver a dar nombre, señal de hombre. Pero no quiero entristecer vuestro rostro ni mucho menos disuadirle del viaje. En la medida en que puede contarse con la obligadamente repartida piedad del Señor, Barcelona la tiene ahora, y no sólo no hay peste, sino siquiera sombra de haberla; y los cristianos mueren sólo cuando les llega la hora. Acaso símbolo claro de la general buena marcha de las cosas sea la costumbre nueva de los balcones que comienzan a levantarse por doquiera, sustituyendo las meras rendijas en la piedra donde por tantos siglos huyó de la luz la vida, si vida era. Ahora se examina si los balcones, protegidos honradamente con sus celosías, son más exhibición o amplitud de miras, pero colijo yo que los dos bandos habrán de tener razón al tiempo. Sobre balcones se discute también quién los trajo, habiendo bulla si los fue de Castilla y de la Corte, como yo también opino, o fue producto de viaje más exótico y lejano".
"Falta no hará que le recalque que es Barcelona ciudad menor que Sevilla y Lisboa, y en la andanza de Madrid. Pero será sorpresa para vos saber que hay más plateros en ésta que en cualquiera de las otras tres. Estos entremeses me son útiles para encajar en su tenor el capítulo que vendrá, y es el cambio en los negocios que se viene observando no ha mucho en la ciudad. Sabrá vuestra discreta merced que hasta el momento la forma triunfante y más conocida del intercambio mercantil consistía, por vano ejemplo, en fletar un gran barco, cargarlo de tejidos y una vez en su destino permutar los tejidos acaso por especias. Diversas circunstancias cuya enumeración sería ociosa, pero que acaban recalando todas en el carácter barcelonés, de resistencia más cercana al junco que a la piedra, han transformado hoy esa economía. El barcelonés industrioso se ha convertido hoy en un próspero fabricante de minucias, de productos a los que incorpora, como se dirá dentro de siglos, diseño y mucho valor añadido. Con un estrambote: el barcelonés, como cualquier inteligente aprendiz del mundo, copia a los maestros, que es el único modo de acabar haciendo un camino propio. Venga todo esto a cuento para recalcarle a vuestra merced que va a encontrar aquí vidrios a la veneciana, guadamaciles a la cordobesa, paños de Segovia y pasamanos de Milán, y que los va a encontrar los mejores, porque de esta industria leve y múltiple vive principalmente la ciudad".
"El día se ha echado y pareciera que mis letras, cada vez más atolondradas, quisieran imitarle. Mañana antes del primer reniego del cochero, que será en francés, por supuesto, continuaré con la relación del paisaje. Pero no sabría acostarme sin poner bajo de vuestros ojos la urdimbre que estas letras acaban tejiendo, castellana urdimbre, propia también de una ciudad que aunque tiene la lengua catalana en primera sangre, torna al castellano, al latín, al francés y al italiano cuando la ocasión la pintan calva, porque siempre ha sido aquí y acullá la lengua primero temblor y luego trueque...".
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