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Crítica:ÓPERA | Festwochen de Viena
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lúcida mirada tridimensional

En el marco de las cosmopolitas Festwochen de Viena (53 producciones entre el 7 de mayo y el 20 de junio, desde un Cosí fan tutte sólo con hombres hasta la particular versión de Peter Sellars de Los niños de Herakles, de Eurípides, en el Parlamento) se ha presentado anteayer en el histórico teatro An der Wien un estimulante espectáculo, dirigido escénicamente por Klaus Michael Grüber y musicalmente por Pierre Boulez, que agrupa El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla; Renard, de Stravinski, y Pierrot Lunaire, de Schönberg. Las tres obras se ofrecen sin interrupción, con las tres piezas para clarinete solo -espléndido Alain Damiens- de Stravinski como nexo de unión. En las dos primeras, la escenografía corresponde a la pintora Titina Maselli, y en Pierrot, al también pintor Gilles Aillaud. La propuesta viene del festival de Aix-en-Provence, en cuya accidentada última edición se representó a duras penas un par de veces, una de ellas con el ruido continuo de las protestas de los trabajadores temporales en huelga. Los que se acercaron entonces al espectáculo han sido sus mejores propagandistas. La audacia del proyecto ha corrido de boca en boca por toda Europa. Viena lo ha retomado ahora con el canal francoalemán de televisión Arte de testigo. Un par de festivales españoles se han interesado asimismo por una posible programación en nuestro país.

El espectáculo fascina desde el primer momento, por una mezcla extraña de sugerencias que contemplan desde circunstancias historicistas hasta poéticas. La particular estética pictórica incide en el misterio y la expresividad, con una gama de situaciones en las que cantantes, músicos, marionetas, máscaras, un mono, la fuerza interpretativa de Anja Silja o un brillante ballet animal van levantando escena a escena una realidad artística que, en su diversidad musical, se vuelve en cierta medida unitaria por el concepto teatral. El enfant terrible de casi ochenta años Pierre Boulez está una vez más inmerso al frente del perfeccionista Ensemble Intercontemporain de París. La calidad musical es, desde luego, una de las bazas firmes del espectáculo. Los cantantes, excepto la veterana Anja Silja, un inquietante Pierrot, proceden de la Academia Europea de la Música de Aix-en-Provence.

La identificación entre música, canto, teatro, plástica y literatura define la esencia de un espectáculo que defiende por encima de todo la transversalidad de las artes. La triple mirada músico-teatral de Grüber y Boulez conforma un espectáculo dirigido a la inteligencia en primer plano, pero contemplable desde la sensibilidad. Los espectadores reaccionaron con entusiasmo.

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