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DE LA NOCHE A LA MAÑANA
Columna
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Una sociedad contaminada

La barbarie es tan común en esta civilización que incluso las tropas libertadoras de Irak orinan sobre sus prisioneros y los cubren con capuchas para evitarles la identificación del sadismo destinado a redimirles

Protocolos

En los pulmones de bebés se detecta la presencia de sustancias cancerígenas debidas a la contaminación industrial, en muchos barrios de la ciudad las mamás los pasean en su carrito sorteando al mismo tiempo el peligro del tráfico poco respetuoso y las emisiones de partículas suspendidas que revolotean sin cesar, mientras que al otro lado del mundo ese problema no existe porque no se detecta o porque las mamás carecen de carritos y los niños se contaminan en los vertederos de periferias de las ciudades. Dentro de unos veinte años el único lugar habitable de la Tierra será la Antártida, si no se derrite antes. Mientras tanto, los azulejeros de Castellón demandan una moratoria del protocolo de Kioto a favor de su negocio. Esta civilización -la más enferma de todos los siglos, pero también la más medicalizada- se basta para inmolarse a cambio de nada. Si en media vida se ha visto crecer el desierto en el sur de este territorio, ya me explicarán lo que pasará con las vidas sucesivas.

Allá bodas

Más terrible que la mansión que se hizo construir el Príncipe de Asturias es el acabado religioso de la Iglesia que acogerá su boda, con esas pinturas -neobizantinas, por no argüir observación más desdeñosa- de Quico Argüello, un hombre que ha obtenido grandes éxitos con una catequesis masiva entre bobalicona y algodonosa pero que no parece destinado a triunfar como artista en ninguna de sus modalidades. Si es necesario pasar de la presencia campechana de un Rey que parece el amigo confianzudo cuando no va de uniforme a la estética de estragos de su príncipe heredero, pues vale. Pero tal vez los asesores de los asuntos reales quedarían como un rey si atendieran al hecho de que la modernidad inevitable del siglo que no termina de arrancar acabará arrasando formas y contenidos. Y eso no hay resuelta Letizia o Leticia Ortiz que lo remedie.

Y encima, la tele

El zapaterismo que va a cambiar la faz de este país, y sus costumbres, ha nombrado una especie de consejo de sabios para determinar qué demonios se hace con la escalofriante programación de las televisiones públicas. Vale. Llama la atención que la mayoría de los miembros de ese consejo sean profesionales de eso que se conoce como Ética, incluido un Fernando Savater que en su momento dijo que al que no le guste lo que echan en la pequeña pantalla siempre puede cambiar de cadena, o, sencillamente, apagar el receptor. Gran remedio, y muy meditado, que desprecia cuanto ignora. Vale también. Y en estas que aparece el gran ex dandy Paco Umbral para decir que la tele es estúpida por naturaleza, como si la suya propia se hurtara a esa condición. El problema es que la tele es de sesión absolutamente continua. Aunque lo mismo en esa aterradora circunstancia vislumbra el remedio para un descrédito inmerecido.

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Soldadesca

Son muy hombres, y muy mujeres, algunos de los soldados y soldadas que ocupan Irak, donde los mercenarios liberan el país meando en la cara de sus gentes. Los testimonios publicados en la prensa acerca de torturas y humillaciones contra prisioneros civiles indefensos producen ese estremecimiento que nos aturde el alma cada vez que se confirma hasta dónde es capaz de llegar la maldad banal de los humanos. Ese rosario de barbaridades de propensión escatológica habla de los alardes de testosterona del espíritu guerrero, pero también de su carácter enfermizo. Orinar sobre un cuerpo desnudo mientras se apunta al infeliz con un arma o sodomizar al prisionero con una linterna fluorescente sólo supone un paso más en esa concepción de la desnudez humana como algo vergonzoso. Un paso irreversible para quien lo da y definitivo en su odio para quien lo padece.

El desafío eurorregional

En lugar de comerse el coco con el inexistente peligro catalán y otras preocupaciones imaginarias, el Gobierno de Francisco Camps obraría cuerdamente si dejara de obsequiar con debates estériles a un cinco por ciento de su electorado y se decidiera de una vez a tomarse en serio el papel que esta comunidad puede jugar en el marco de una Europa donde los ejes interfronterizos tienen su peso específico, y lo tendrán cada vez más en el marco de una macromunidad formada por 25 países y más de 400 millones de ciudadanos. La economía de ahora mismo, y la del futuro, por no hablar de la cultura, se mueve a gran velocidad según estímulos donde las disputas locales serán el chocolate del loro. Responsabilidad de los gobiernos regionales que desatiendan las nuevas reglas del juego, a las que jugarán todos los que se atienen a la demandas de la realidad, es quedarse en el ombligo mismo de la Luna de Valencia.

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