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FÓRUM DE BARCELONA | Opinión
Columna
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La feria de las paradojas

Barcelona es hoy la plaza pública del mundo. No sé si, tan próximos como estamos, podemos darnos cuenta de que es una bendición atraer la atención de las gentes por algo que no sea una catástrofe. Claro está que hoy los grandes espectáculos -sean o no catástrofes- congregan las miradas y el recién estrenado Fórum se presenta a sí mismo como espectacular. Y, como todos sabemos, el espectáculo hoy es mercadotecnia relaciones públicas, promoción o como se quiera llamarlo. El Fórum también. Es difícil sustraerse a esa ley universal del régimen mediático. Pero lo que importa es qué vende el espectáculo.

Los oscars de Hollywood, las pasarelas de Paris, los premios Nobel, los Juegos Olímpicos, son actuales paradigmas de espectáculos -que van más allá del mero entertainment- de alcance global. También lo son, con desigual fortuna, los parques se atracciones, el fútbol, los cocineros y hasta la política. Todo espectáculo busca su clientela, y el éxito, precisamente, se mide, luego, en unas cifras basadas en el número de consumidores. Por ello, es lógico que se piense que el éxito del Fórum será confirmado por los millones de visitantes que reúna y, en última instancia, por los réditos económicos que aporte. Nada más convencional en el convencional territorio del espectáculo. El Fórum no escapará a ello, sus ejecutivos nos lo recordarán a cada paso y los políticos implicados nos marearán con las ventajas que para Barcelona y Cataluña tendrá este extraño invento que llamamos Fórum.

Que el Fórum se celebre ya es un éxito. Otro éxito es que se haya urbanizado un territorio barcelonés 'maldito'. No menos importante es que el proyecto tenga su crítica: indica que esta ciudad está viva, que se discrepa y que se quieren cosas mejores

Esta será la lectura más oficialista. Pero todos sabemos que, venturosamente, hay otras tanto más interesantes cuanto más aparecen fuera de toda previsión. De entrada, que el Fórum se celebre ya es un éxito: los más escépticos dan fe. Otro éxito es que se haya urbanizado -no entro si bien o mal- un territorio barcelonés maldito. Bajo cada piedra del Fórum se esconden horas de negociación, de trabajo de mucha gente: este es el éxito que importa. No menos importante es que el proyecto que hoy podremos conocer tenga su crítica dura, su contestación: indica que esta ciudad está viva, que se discrepa y que se quieren cosas mejores. La crítica es un éxito: el Fórum no está hecho para indiferentes.

Así las cosas, lo más probable es que a partir de mañana las opiniones, diversas y encontradas sobre el cajón de sastre que es el Fórum -hecho de excesos y riesgos en todos sus heterogéneos componentes- vengan a confirmar el panorama hipermoderno del presente. El premio que podrán llevarse los visitantes será, precisamente, descubrir aquello con lo que no contaban. El que busque juerga quizá se encuentre inmerso una sesuda discusión. Quién pretendía arreglar el mundo con la palabra puede acabar bailando una rumba. La incógnita del Fórum es, para empezar, su gran promesa de realidad: nuestro mundo no es otra cosa que una acumulación revuelta de contradicciones y posibilidades. Por ello habrá tantos fórums como visitantes y tantas interpretaciones como promete ahora mismo la dificultad de explicar qué es el Fórum. Es decir, que hay que verlo. Menudo morbo.

De alguna forma, este festival, este espectáculo, esta operación inmobiliaria, este congreso ideológico, esta casualidad de casualidades que es el Fórum, será la primera feria de paradojas universales que se pone a nuestra disposición. El retrato de un mundo caótico, irracional, excesivo y brutal a la vez que lleno de buenos deseos, de curiosidad, de expectativas, y de ansias de contacto verdadero. Si sirve para comprobar el lío en el que estamos metidos ahora mismo, el Fórum ya habrá cumplido su función. Si se trata de un exorcismo a la ñoñería y a la uniformidad, sería un hito considerable para Barcelona. No sé para qué va a servir el Fórum, nadie lo sabe hoy por hoy. Quizá esta sea su gran cualidad: ser un riesgo y un atrevimiento. Habrá que comprobarlo.

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