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Reportaje:REPORTAJE

Picasso inédito

Soledad Alcaide

Pablo Picasso fue el premio de una apuesta. Si no se hubieran hecho las fotos de estas páginas, con el famoso artista malagueño como protagonista, la historia que cuenta el fotógrafo asturiano Antonio Cores habría quedado en una anécdota de café. Pero ellas atestiguan su relato, que habla de cómo conoció al pintor en 1966, se ganó su amistad y pudo retratarle en varias ocasiones, incluso con sus amigos el torero Luis Miguel Dominguín y el poeta Rafael Alberti. Unas imágenes que se expondrán a partir del 17 de junio en la galería Formato Cómodo, de Madrid.

"Yo conocía a Luis Miguel Dominguín, y un día me invitó a comer al club Somontes", recuerda Cores casi 40 años después del encuentro en un conocido club de campo de Madrid donde se practica el tiro de pichón. "Nunca antes había estado en el tiro de pichón, pero allí se me ocurrió comentar: 'Qué asesinos, mira que matar a un pajarito".

"Si ganas la copa, pídeme lo que quieras", le dijo Luis Miguel Dominguín. Cuando Cores se alzó con el triunfo, su deseo fue que le presentara a Picasso
Fueron cinco días en los que el artista malagueño le llevó a todas partes: a Saint-Tropez, a su estudio en Vallauris, al Museo Grimaldi...
Cores habla de un tipo "muy divertido", pero absolutamente controlado por su esposa, Jacqueline, y su chófer, que le impedían salir y conocer gente
"Yo le dije: 'Maestro, en un rincón del restaurante está Gades'. Él se puso muy nervioso y me preguntó: '¿Se ofenderá si los invitamos a cenar?"

Su observación, lejos de molestar al famoso torero, fue contestada con una propuesta: "Ya salió el chulo asturiano. A mí los chulos me caen bien, pero me gusta que lo demuestren". Con estas palabras, Dominguín le apremió a entrar en la competición, a pesar de que Antonio Cores nunca había practicado el tiro de pichón. Y para sorpresa de todos los que participaban, el fotógrafo ganó una a una las tiradas. Hasta que, según su relato, sólo quedaron él y otro contrincante.

"Si ganas la copa, pídeme lo que quieras", le propuso entonces Dominguín, ante lo insólito de la situación. Pero cuando Cores se alzó con el triunfo no le fue fácil aceptar lo que éste le pedía: que le presentara a su amigo Pablo Picasso. "Me decía que era muy difícil acceder a él y empezó a poner pegas", recuerda Cores. Hasta que los demás participantes le abuchearon y le echaron en cara que no cumpliera su palabra. "Hay que tener en cuenta que yo en ese momento era casi un héroe, había hecho algo muy difícil", recuerda. Dominguín no tuvo más remedio que hacer lo que se le pedía. Pero ideó una treta. Días más tarde, el fotógrafo recibió la consigna del torero de guardar tres de sus álbumes de fotos, que Picasso le había pedido a Dominguín que se los acercara a Niza, donde vivía, para hacer unos dibujos. "Espera mi llamada, que voy a hacer que se me han olvidado", le dijo el torero a Cores.

El fotógrafo respondió puntualmente a la llamada, en la que Dominguín le apremiaba a tomar cuanto antes un avión a Niza. "Por favor, Antonio. Es muy importante. El maestro necesita esos álbumes", le dijo el torero por teléfono.

Cuando el fotógrafo bajó del avión, allí estaba el propio Picasso esperándole, emocionado por lo que él creía un enorme favor. Sólo por eso le invitó a quedarse en su casa. Fueron cinco días en los que el artista malagueño le llevó a todas partes: a Saint-Tropez, donde una tarde se puso a hacer dibujos en la arena de la playa, que se llevaban las olas; a su estudio de Vallauris, un municipio entre Cannes y Niza, donde guardaba las cerámicas; al Museo Grimaldi, donde está la escultura que más le gustaba...

"Al principio, yo no quería molestarle con las fotos. Los primeros días ni saqué la cámara", cuenta Cores. "Fue él quien me animó". El entonces joven fotógrafo -tenía 30 años- manejaba una cámara Minolta con un objetivo de 55 milímetros. Con ella fue al Museo Grimaldi, donde al verle entrar le prohibieron tomar fotos. Pero Picasso se enfadó mucho y comenzó a chillar que iba sólo a hacerle fotos a él. "À moi, à moi!', les gritaba fuera de sí", recuerda Cores. Un rato después fue Dominguín quien le insistió en que dejara de tomar fotos porque iba a molestar al maestro. "Entonces, Picasso comenzó a colocarse, mirándome, con el pitillo en la boca, junto a la estatua..., para que le sacara las fotos".

El mérito de Cores fue ganarse la amistad del artista, lo que le permitió visitarle varias veces más. Por lo que cuenta, a Picasso le cayó en gracia por ser español, por ser joven, pero también por su forma de disfrutar la vida. "Miguel [Dominguín] le había hablado de mis locuras, de que rejoneaba, y todo eso le llamaba la atención", cuenta.

Un tipo "muy divertido"

De hecho, el retrato que hace Cores del artista es muy diferente del de esa persona distante que han ofrecido quienes rodearon al pintor malagueño. Cores habla de un tipo "muy divertido", pero absolutamente controlado por su mujer, Jacqueline, e incluso por su chófer, que le impedían salir y conocer gente. "Conmigo era como un niño pequeño, que se escapa a hacer travesuras", asegura.

Ese cariño que le tomó, le permitió regresar, durante el festival de Cannes, para llevarle unas fotos. Y allí, Cores le preparó otra encerrona, con la intención de presentarle al bailarín Antonio Gades, la misma noche en la que Picasso le había dicho que conocería a Rafael Alberti. Una vez más, las fotografías de Cores son la prueba del encuentro, al que también asistió Dominguín.

La cita era a las ocho, en un restaurante chino. Cores avisó a Gades para que estuviera allí media hora antes y hacerse los encontradizos. Pero además, durante todo el día, le habló a Picasso del joven bailarín que triunfaba en España. "Cuando llegamos, Gades estaba allí con toda su compañía, incluidos los músicos y los bailarines. Y yo le dije: 'Maestro, en un rincón del restaurante está Antonio Gades'. Él se puso muy nervioso y me preguntó: '¿Se ofenderá si los invitamos a cenar?".

Esa noche, Cores tomó fotos de la juerga flamenca que se montó, lo que incluía a Picasso bailando con Gades, con La Polaca y el resto de bailarines. Unas fotografías cuyos negativos se han perdido -se hundieron en un velero con el que Cores naufragó, en una de sus múltiples aventuras-, pero de las que existen copias, que el propio Cores le regaló a Gades y a algunas bailarinas. De ahí proceden las de estas páginas.

El fotógrafo, cuyos recuerdos y anécdotas sobre Picasso aún darían para muchas más líneas, continuó su amistad con el artista, hasta que, en 1973, la noticia de su muerte llegó hasta África, donde entonces vivía.

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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