Willy Brandt revive en un retrato de Berlín
El mismo día en que se cumplían 30 años de la dimisión de Willy Brandt el 6 de mayo de 1974, provocada por el descubrimiento del espía Günter Guillaume en su entorno íntimo, el primer canciller socialdemócrata (SPD) de la República Federal de Alemania y padre de la Ostpolitik resucitó sobre las tablas del teatro berlinés Renaissance como protagonista de la obra Democracia, del inglés Michael Frayn. El estreno en Berlín ofrecía como aliciente añadido la presencia entre el público de alguno de los protagonistas de aquellos días de lo que un crítico, al comentar la obra de Frayn, calificó de drama de Shakespeare. Sin duda, una hipérbole. El ex ministro de la Cancillería de Brandt, Horst Ehmke, explicaba al corresponsal de este periódico: "La figura de Guillaume está sobredimensionada. Jamás habría mantenido Willy una conversación así con Guillaume, que era un personaje menor. Se trata de una licencia literaria para colocarlo como contrapartida que simboliza la otra Alemania". También se movía por los pasillos del teatro Egon Bahr, ideólogo de la Ostpolitik de Brandt, que no aparece en la obra y le dijo al autor: "Le felicito por haberme excluido porque si hubiese dependido de mí no habríamos dado empleo a Guillaume y usted no hubiera podido escribir la pieza". Democracia presenta a un Willy Brandt rodeado de personajes dispuestos a hundirle. El espía Guillaume se ganó su confianza hasta ocupar el despacho de encima en la Cancillería en Bonn y la cercanía del departamento del tren donde Brandt mantuvo algún que otro encuentro galante con damas. El sucesor de Brandt en la Cancillería, Helmut Schmidt, aparece caracterizado como un ansioso trepador; el jefe del grupo parlamentario Herbert Wehner, como un incansable intrigante; el socio de coalición liberal Hans-Dietrich Genscher, como un socio desleal que al frente del Ministerio del Interior incita a Brandt a mantener a su lado a Guillaume, aunque ya había despertado las sospechas del servicio de contraespionaje. Guillaume se convierte en la obra en el paño de lágrimas de un Brandt invadido por la melancolía, víctima de ocasionales depresiones, rodeado de intrigas y siempre dispuesto para un trago de vino tinto o a recibir los favores de alguna dama. El espía Guillaume es el personaje mediocre que a base de servilismo consigue infiltrarse y llegar a ocupar un lugar al lado del icono Brandt, al que llega casi a idolatrar lo que no le impide llevar adelante su traición. En un momento Guillaume expresa a su contacto de la Stasi, los servicios de espionaje de la Alemania comunista, su situación y pide el relevo: "Quiero irme a casa". Muchos socialdemócratas entre el público del estreno reían los chistes de Brandt y rememoraban la figura del gran líder de la socialdemocracia alemana de la posguerra en algunas inflexiones de voz y tics del buen actor Peter Striebeck. No faltó un aplauso para una frase de Ehmke que furioso se refiere al SPD: "Este partido lo único que entiende son las derrotas".-
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