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Crónica:CIENCIA FICCIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

Unas pelotas de golf llenas de hafnio-178

CORREN TIEMPOS DIFÍCILES para la humanidad... Las fuerzas del mal parecen dispuestas a desencadenar la batalla definitiva que culminará con el exterminio del ser humano en toda la Tierra Media. Un último reducto de valerosos guerreros, auxiliados por elfos, libran lo que será el preludio de la contienda final, pertrechados en un inhóspito castillo, mientras millares de orcos inician su frenética acometida. Así de revueltas andan las cosas en la singular trilogía de El Señor de los Anillos, dirigida por el neocelandés Peter Jackson.

Las espectaculares refriegas que enfrentan a humanos y orcos, especialmente en la segunda y tercera entregas de la saga, ponen de manifiesto los problemas que plantea una acción bélica contra una fortaleza de difícil acceso. En particular, durante el asedio a Helm's Deep, la fuerza bruta y el sacrificio de miles de guerreros no parecen bastar para traspasar las impenetrables defensas del castillo, erigido en plena roca. Sólo el uso de poderes ocultos, que convergen en torno a la figura del mago Saruman, y un séquito de descomunales esferas explosivas, permiten alcanzar tal empresa. Imagínense: pesadísimas esferas llevadas a pie desde ignotos parajes, campo a través, durante interminables travesías...

Las cosas, al otro lado del Atlántico, a tenor de recientes (y escalofriantes) noticias, parecen ir por otros derroteros. Nada de trajinar armas de destrucción masiva de un lugar a otro a bordo de vehículos pesados, aviones o barcos: verdaderas armas nucleares de bolsillo, de apenas 10 centímetros de diámetro, con una potencia explosiva de 2 kilotones -una séptima parte de la bomba de Hiroshima-. Eso es lo que sostiene un controvertido estudio dirigido por Carl Collins, de la Universidad de Texas, en Dallas. La historia, publicada en el diario The Washington Post, fue presentada en un seminario impartido en el Departamento de Física y Astronomía de la Universidad de Carolina, en Chapel Hill, en presencia de uno de los autores de esta columna.

La historia, con muchos puntos de contacto con un relato de ficción, se inicia en Rumanía (aunque no en Transilvania). Por aquel entonces, y en plena guerra fría, Collins colaboraba con científicos allende el telón de acero. Sus esfuerzos se encaminaron a la obtención de ingentes cantidades de energía de determinados núcleos atómicos. Sus intentos iniciales resultaron infructuosos, pero posteriores estudios revelaron que un isótopo de un elemento químico poco conocido, el hafnio-178, exhibía determinadas propiedades que lo convertían en especial. Este isótopo tiene una vida media de 31 años (pasado ese tiempo la mitad de los átomos de la muestra original se han desintegrado, liberando ciertas dosis de energía).

La idea de Collins consistía en estimular la emisión de radiación acelerando un proceso que, de forma natural, requiere décadas. En un experimento desarrollado en 1998 a través de un simple aparato de rayos X (como el empleado en radiografías dentales), Collins irradió durante semanas una muestra de hafnio-178. Sus resultados, publicados en en 1999 en Physical Review Letters, demostraban presuntamente que, mediante tal procedimiento, Collins podía estimular la emisión de radiación: había creado una especie de láser de rayos gamma de incalculables aplicaciones militares...

La historia se acelera desde entonces: laboratorios militares, las fuerzas aéreas, e incluso la CIA, entran en juego, a la par que prestigiosos físicos de Los Alamos, Argonne y Livermore ultrajados ante la imposibilidad de reproducir los resultados de Collins claman por su cabeza y logran convencer a los editores de las revistas científicas para no publicar más estudios de Collins hasta esclarecer la veracidad de sus experimentos. Ahí es nada...

Patraña o no, la cuestión es que las impresionantes aplicaciones militares no han pasado inadvertidas (no en vano, los rayos gamma tienen una elevada penetrabilidad que les permite atravesar búnkeres y freír todo su interior, ya sea tejido humano, depósitos de ántrax o cualquier virus, microbio y ente vivo). Pese al tufo a fusión fría, uno de los grandes fiascos del siglo XX, parece que el controvertido experimento ha logrado atraer ingentes cantidades de dinero a tales investigaciones.

Verdad o ficción, en una aterradora ponencia en powerpoint que reproduce el artículo de The Washington Post, presentada por el propio Collins en una reunión de la Defense Advanced Research Projects Agency, puede verse una perturbadora imagen: el dibujo de un golfista golpeando una pelota repleta de hafnio-178 que, claro está, con su increíble potencia explosiva siempre da en el hoyo... que genera.

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