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LAS CONSECUENCIAS DEL 11-M
Columna
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Enigmas del 11-M

Las investigaciones emprendidas por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado para esclarecer los orígenes y las circunstancias de la matanza del 11-M descubrieron a las pocas horas del crimen las pistas y los indicios que permitieron detener y poner a disposición de la justicia a buena parte de sus autores. Aunque las pruebas hasta el momento disponibles descargan toda la responsabilidad del brutal atentado sobre una organización islamista vinculada a Al Qaeda, la fuga de algunos sospechosos, la inmolación colectiva en un piso de Leganés de otros implicados, el papel desempeñado por dos confidentes en los preparativos de la operación, los cabos todavía sueltos de las pesquisas y las zonas de sombra en la reconstrucción de los acontecimientos han dado alas a nuevas hipótesis y conjeturas -complementarias o alternativas- acerca de las eventuales conexiones ocultas y los posibles inductores secretos de los cuatro trenes de la muerte.

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Abstracción hecha de la veracidad -mejor o peor fundada- y la congruencia -más o menos lógica- de los datos y argumentos manejados, las elucubraciones sobre los enigmas del 11-M no son siempre ejercicios inocentes de imaginación e ingenio: también están siendo utilizadas por los portavoces oficiales y mediáticos del PP para sembrar dudas y propalar insidias en torno a los propósitos del monstruoso atentado terrorista a cuya ominosa sombra se celebraron las elecciones del 14-M. Abandonada ya -salvo por algunos celotes inasequibles al desaliento- la fantasía de una joint-venture criminal de Al Qaeda y ETA, las sospechas de esos enredadores profesionales apuntan hacia una misteriosa conspiración urdida por servicios de inteligencia extranjeros -en connivencia con policías españoles- para dar la victoria al PSOE en las elecciones. La mayor dificultad de esta retorcida conjetura paranoide estriba precisamente en la imprevisibilidad de una relación causal entre el sangriento 11-M y la derrota en las urnas de Rajoy. Si la matanza de Atocha no provocó un corrimiento de votos a favor del partido del Gobierno (en momentos tan dramáticos los ciudadanos suelen volverse hacia el Estado en busca de seguridad), la razón más probable es que a Aznar se le fue la mano en su torpe y descarada maniobra de manipular el atentado. En vez de convocar el jueves por la mañana una reunión del Pacto Antiterrorista, ceder a los candidatos de los partidos democráticos -con Rajoy y Zapatero al frente- el protagonismo de la manifestación del viernes y proporcionar a la opinión pública una información objetiva sobre las investigaciones en curso, el presidente del Gobierno -resuelto a conseguir la mayoría absoluta para el PP a través de cualquier medio- despertó la desconfianza y la indignación de buen número de ciudadanos por su fraudulento empeño en seguir atribuyendo a ETA la autoría del atentado pese a que desde la noche del jueves era evidente la pista islamista.

Sólo en ese contexto cabe entender la catarata de insultos -"miserable, vil, indecente, mediocre, incompetente"- lanzada por Acebes, ministro del Interior en funciones en los días de atentado, contra su sucesor en el Gobierno socialista, José Antonio Alonso, que mantuvo hace una semana en una entrevista radiofónica con Iñaki Gabilondo la tesis según la cual "hubo una clara imprevisión política" en el atentado del 11-M, aunque las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado habían advertido ya sobre las potenciales amenazas del terrorismo islámico. También Mariano Rajoy, secretario general y líder parlamentario del PP, ha arrojado haces de leña verde a la pira inquisitorial donde arde el Gobierno de Zapatero. Paradójicamente, la aseveración del ministro Alonso - equivocada o cierta- encuentra su mejor aval en la reflexión autocrítica de Aznar incorporada al epílogo de su libro

Ocho años de Gobierno. Una visión personal de España (Planeta, 2004), presentado anteayer a bombo y platillo en Madrid: "Debo reconocer, sin embargo, que tal vez la opinión pública española no era lo suficientemente consciente hasta el 11 de marzo del alcance del terrorismo islámico, o por lo menos no tanto como lo ha sido de la amenaza del terrorismo de ETA. Si es así, el Gobierno tiene sin duda una responsabilidad que asumir. Quizás los propios éxitos conseguidos en la lucha contra ETA en los últimos años nos han llevado a bajar la guardia ante la amenaza fundamentalista".

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