La palabra como música
Casandra, según su autor, el suizo Michael Jarrell (Ginebra, 1958), es un monodrama hablado. Es decir, una pieza para una voz que no canta, sino habla. Sin embargo, y como Jarrell utiliza una traducción francesa del relato homónimo de la alemana Christa Wolf, la voz circula por él de una forma, si no instrumental, sí claramente expresiva de un modo y no de otro: el que procura lo que llamaríamos la vocalidad propia de esa lengua. No hubiera sido lo mismo con el texto en su idioma original ni con una traducción española que no pudo incluirse en el programa de mano por razones técnicas. Por eso la ausencia del significado inmediato quedó paliada en parte por los meandros de una voz que se desliza como una corriente de agua por el cauce que le sirve una pequeña orquesta acompañada en ocasiones por una banda magnética. A pesar de todo, fue una lástima que el público no pudiera seguir un texto tan actual en el que la soledad, la muerte y la guerra son protagonistas.
Casandra
Proyecto Guerrero. Director: Luca Pfaff. Astrid Bas, actriz. Michael Jarrell: Casandra. Auditorio Nacional, 30 de abril.
La música de Jarrell es de una extraña exquisitez. Peter Szendy ha hablado de su escritura como reescritura, es decir, que tras él está la doble presencia de la tradición y de sí mismo. Debussy, Stravinski, Ravel, Bartok o Schoenberg andan por ahí asomándose delicadamente, pero también la obra anterior de su autor, su magnífico poderío sonoro y su admirable delicadeza tímbrica. Contar con Astrid Bas fue un lujo, pues la actriz dijo su parte con una pericia intachable. Como lo fue igualmente la dirección de Luca Pfaff -sobresaliente para Proyecto Guerrero, la formación estable de Música de Hoy-, siempre tan galano y experto donde los haya en estas lides.
Babelia
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