Todas las vidas
Hay vidas que parecen resumirlo todo, no tan sólo lo que vivieron ellas mismas, sino lo de otras muchas más que parecen reflejarlas en su propia experiencia, por mucho que se presente como única en sí misma. No suelen ser vidas felices, o al menos no del todo, sino agridulces, como lo son las vidas de verdad, con su mezcla de tragedia y felicidad, de dichas y desdichas, pues no las hay distintas, y recuerden lo que dijo Tolstói al principio de Ana Karenina: las familias felices no tienen historia. Y hasta podríamos añadir que sólo las hay desdichadas, pues toda vida humana desemboca en su desaparición, y todo dependerá del momento en que se hable de ella, de quién lo haga, qué cuente, por qué y cómo lo cuente, no se olvide que estamos en el terreno de la verdad, un paso más allá de lo que solemos denominar literatura.
EN LA DISTANCIA
Josefina Aldecoa
Alfaguara. Madrid, 2004
236 páginas. 19 euros
La vida de Josefina Rodríguez (La Robla, León, 1926) reconvertida al final en "Josefina Aldecoa" con el apellido de quien fue su marido, el inolvidable (e inolvidado, el olvido es en este caso algo imposible de concebir) Ignacio Aldecoa, es una de estas existencias que ya podemos resumir como ejemplar y representativa de lo que fue su tiempo y su espacio, y al que ella misma, en uno de sus primeros libros, etiquetó como nadie en 1983: "Los niños de la guerra", una breve pero muy representativa antología de aquella generación de intelectuales y escritores que heredó lo imposible, lo que era inconcebible heredar: la nada de un país autodestruido y arruinado después de la guerra civil y al que no se sabe muy bien por qué (bendita inercia) seguimos llamando España. Una vida vertebrada en dos columnas fundamentales, la pedagogía y la literatura, que la han mantenido viva y fértil hasta hoy mismo y que ojalá siga así durante todo el tiempo que tengamos por delante para nuestro placer, provecho y lección.
Nacida en una familia liberal
de la burguesía rural, hija de negociante y de una estirpe de maestras que al parecer también la marcó genéticamente, cursó estudios superiores en León y Madrid, y tuvo la suerte (inconcebible) de caer en el interior de un grupo surgido en la Facultad de Letras de Madrid que la reunió nada menos que con el citado Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, Alfonso Sastre, Medardo Fraile, Carmen Martín Gaite, Rafael Azcona o gente más alejada como Ana María Matute, Juan Benet y Luis Martín Santos. Tras sus estudios de pedagogía y un viaje a Londres, se casó con Aldecoa, tuvo una hija, viajó por Europa y Estados Unidos, publicó un libro de relatos, A ninguna parte (parcialmente recuperados en Fiebre), y acompañó a su marido en su corta e intensa carrera como novelista y cuentista que marcaró para siempre la evolución de nuestra literatura del siglo XX. Y al mismo tiempo se lanzó a una serie de experiencias pedagógicas que culminaron en la creación del Colegio Estilo, inspirado en los principios de la Institución Libre de Enseñanza, toda una institución en el campo de la educación española actual.
La muerte repentina de Ignacio Aldecoa en 1969 supuso un terrible mazazo en la vida difícil, aventurada y aventurera de aquella joven madre y aprendiza de escritora, que tardó bastante en reponerse de la tragedia. Su intenso y profundo trabajo del colegio, sus viajes y experiencias en el mundo de la formación, y el apoyo de sus amigos le ayudaron a salir del bache, merced también a la herencia de su marido, de la que empezó a ocuparse también, y de donde salió aquel primer libro antológico de 1983 (Los hijos de la guerra) y una gran edición que reunió, tras su gran introducción personal, los Cuentos completos de Aldecoa en 1995. En la segunda mitad de los ochenta publicó tres novelas, basadas en temas de la mujer y sus problemas amorosos, que alcanzaron una buena repercusión, La enredadera, Porque éramos jóvenes y El vergel, pero su triunfo más importante lo alcanzaría en los noventa con otras tres novelas basadas en las vidas de algunas mujeres maestras, republicanas y exiliadas: Historia de una maestra, Mujeres de negro y La fuerza del destino, que alcanzaron una gran repercusión popular. Y ahora, tras un relato infantil, la recuperación de Fiebre, unas "confesiones de una abuela", y otra novela más, El enigma, sobre el fracaso de las relaciones amorosas, entrega esta memoria de su propia vida, En la distancia, que es una especie de recopilación vital, de testamento, de testimonio y de resumen de muchas otras existencias que han marcado nuestras vidas personales y colectivas. Sólo añadiría para terminar, el sentido de conservación de la naturaleza que inspiran muchos de sus últimos libros, y la habilidad y sabiduría que ha adquirido en sus descripciones de esa misma naturaleza en la que deposita al fin y al cabo las esperanzas finales.
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