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Reportaje:ARQUITECTURA

Eslovenia como paradigma

Eslovenia, uno de los diez países que se incorporan hoy a la Unión Europea, y seguramente el menos conocido de ellos, tiene dos millones de habitantes. Lojze Kovacic, maestro de la narrativa eslovena, advertía en uno de sus perspicaces ensayos, titulado Literatura o vida, que algunos, con cierta inclinación irónica, nos han bautizado como una nación de poetas. Es verdad que hay pocos eslovenos que no hayan intentado escribir versos; como son pocos los que no se han construido alguna vez una casa.

En los últimos años se ha generalizado una idea: el primero de mayo se levantará un telón, y el polvo del pasado se barrerá debajo de la alfombra. Pensar en una posible "uniformidad" y "afinidad" arquitectónica de los diez nuevos países que se incorporan a la UE es exclusivamente un punto de vista de la Europa occidental, una idea que ha estado cocinándose a fuego lento durante los últimos sesenta años. Es posible, de forma muy general, afirmar que el proceso de adaptación a los estándares europeos occidentales se ha desencadenado en todos estos países; pero ésa no es la cuestión. La unidad de Europa en lo que respecta a la arquitectura reciente se refleja mejor en dos aspectos: en primer lugar, en lo que podríamos llamar una producción de "corta y pega" entre las diferencias locales y los estilos globales, que es propia de las generaciones más jóvenes de arquitectos, y en segundo lugar, en el rápido crecimiento de la proporción de edificios diseñados por figuras europeas consagradas, especialmente en las capitales (Budapest, Praga, Bratislava, Vasovia, Tallin).

Las "generaciones internacionales" diseñan a escala local con un lenguaje global

Las revistas de arquitectura en particular y los medios de comunicación en general han estado pendientes de los nuevos edificios que construían los arquitectos norteamericanos y de la Europa occidental (Gehry diseñó una sede para Nationale Nederlanden en Praga; Mecanoo ha elaborado el plan general para el centro de Gdansk, en Polonia; Van Egeraat ha terminado la embajada de los Países Bajos en Varsovia, donde Foster ha estrenado un edificio de oficinas y el Estudio Lamela ganó el concurso de ampliación del aeropuerto), al tiempo que han consagrado a firmas locales y las han puesto en el mismo horizonte del gusto occidental. Todos los nuevos países miembros tienen su idiosincrasia y su historia arquitectónica, pero hasta ahora sólo un pequeño número de nombres y de obras se han publicado fuera de sus propias fronteras, y son contadas las exposiciones que se han organizado para difundir estas arquitecturas (en Viena ha podido verse una muestra de arquitectura eslovaca del siglo XX, y en Berlín se prepara otra sobre la producción eslovena contemporánea).

Eslovenia tiene cuatro fronteras -germánica, románica, húngara y la parte meridional de los Balcanes eslavos-, acentuadas por las religiones islámica y ortodoxa, lo que, siguiendo a Kovacic, significa que la nación se ve obligada a conciliar cuatro culturas, actitudes y sistemas de valores. La arquitectura eslovena empezó a conocerse en Europa a principios del siglo pasado, con figuras como Joze Plecnik, Ivan Vurnik o Maks Fabijani; a mediados de ese mismo siglo vio la llegada de la modernidad (Edvard Ravnikar), como siempre de la mano de arquitectos que habían estudiado en el extranjero (Viena, Praga o París) o se habían consolidado profesionalmente fuera.

En los comienzos de la década de los noventa, con la independencia y la salida de Yugoslavia, Eslovenia empezó a abrirse intensamente a Europa. A mediados de la década, los arquitectos más jóvenes se esforzaron en ponerse en vanguardia; titulándose en la Facultad de Arquitectura de Ljubljana (la única en Eslovenia) y cursando estudios de posgrado en distintas instituciones europeas (entre las cuales el Instituto Berlage en Rotterdam y la Architectural Association en Londres) y americanas, reivindicaron agresivamente su filiación moderna y asombraron a sus colegas con la obtención de varios premios internacionales. El estudio Sadar y Vuga recibió un galardón europeo por la Cámara de Comercio de Ljubljana (2000); otro premio británico a la firma joven más prometedora fue a parar en 2001 a la Office Architects (Spela Videcnik, Rok Oman) por un bloque residencial en Koseski. Y actualmente se exhibe en Londres una muestra de joven arquitectura eslovena titulada Sixpack, donde además de los mencionados se incluyen obras y proyectos de Bevk in Perovic, Dekleva Gregoric, Elasitik y Maechtig Vrhunc. Todos ellos han completado estudios en el extranjero y buscan oportunidades de construir fuera de su país, aunque continúan trabajando en él además de promocionarse en el exterior.

Ya no puede hablarse sólo de las generaciones de la Escuela de Ljubljana, ni únicamente de la influencia de los padres de la arquitectura eslovena (Plecnik, Ravnikar), sino de arquitectos que se han internacionalizado, y que han aportado una nueva perspectiva de variedad y competitividad en los últimos diez años. La apertura internacional no sólo se origina en las escuelas; surge también con la colaboración explícita de los media, con la participación en congresos y concursos internacionales y, sobre todo, con el acceso masivo de los profesionales a las revistas que se publican en España, Holanda, Alemania, Austria, Francia o el Reino Unido, que han cambiado sustancialmente los estándares cualitativos. Especialmente interesante es el hecho de que la arquitectura moderna ha empezado a validarse no sólo en Ljubljana, la capital arquitectónica de Eslovenia, sino también en la periferia. Actualmente podemos hablar de varias "generaciones internacionales" con una clientela privada, para la que diseñan a escala local con un lenguaje global. Es el caso de las casas de Nande Korpnik en Griza, de las viviendas y oficinas de Milos Florijancic y Matej Blenkus en Ljubljana, o del bloque residencial de Bevk in Perovic en Siska y de su consulado holandés en la capital.

La generación intermedia, con

la colaboración de algunos colegas más jóvenes, pone el acento en la calidad del contexto arquitectónico, especialmente en los proyectos de iniciativa pública, pero también en los de promoción privada. Hay ejemplos abundantes: la escuela de salud en Ljubljana, de Jurij Kobe; la remodelación, también en Ljubljana, del edificio de la Unión Cervecera, de Ales Princic; los edificios escolares en Ptuj y Maribor, de Janko Zadravec; las oficinas en Koper y la biblioteca en Nova Gorica, de Vojteh Ravnikar, Robert Potokar y Marusa Zorec; el centro de negocios Linde, de Vesna y Matej Vozlic, y el centro comercial Portoval, de Janez Kozelj.

Entre estos dos grupos se está creando otro heterogéneo que aglutina el trabajo de las dos generaciones anteriores y que, en un sentido muy amplio, puede calificarse de regionalista crítico, ya que pone el énfasis en la combinación de estilos arquitectónicos en contextos locales. A este grupo pertenecen Sepela Kuhar, Mitja Zupanc y Ales Bizjak, con su velódromo en Novo Mesto; Marjan Zupanc, con su casa de vacaciones en Kranjska Gora; Ales Vodopivec, con su cementerio en Novo Mesto; o Nicholas Dodd, Tadej Glazar, Vasa Perovic, Arne Vehovar y Ana Kucan, con su escuela elemental en Kocevja.

No hay duda de que en el resto de países que ahora se incorporan a la Unión Europea es posible hablar de circunstancias similares, probablemente incluso más acentuadas en algunos casos. En el paisaje cambiante de la nueva Europa, donde "cada mañana luce un sol diferente sobre cada casa" -como dice una canción popular-, es probable que se incremente el interés en dar a conocer la herencia arquitectónica de estos países. Y parece que los nuevos miembros podrán verse también en ese espejo. Política, económica y culturalmente, los que ahora se incorporan constituyen un grupo mucho más heterogéneo de lo que Europa creía. No podemos esperar que los registros de las arquitecturas históricas se completen rápidamente; la exigencia de modernidad pasará al primer plano, y el "europeísmo arquitectónico" vivirá su segundo ciclo de expansión.

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