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Reportaje:

Un dolmen en clase

El instituto de Humanes reproduce un yacimiento arqueológico para que los alumnos aprendan historia sobre el terreno

El instituto de secundaria de Humanes ha estrenado un aula muy especial. Está dentro de un dolmen y los alumnos acuden a ella provistos de palas, picos, cepillos y espátulas. Se trata de un yacimiento arqueológico simulado con el que este centro educativo quiere facilitar el aprendizaje de la historia a sus estudiantes, buena parte de ellos con problemas de fracaso y absentismo escolar.

Todos los días, una treintena de chicos de segundo de secundaria y del aula de enlace (castellano) para inmigrantes doblan el espinazo sobre un terreno vallado de unos 500 metros cuadrados en el que se ha reproducido un dolmen, con esqueletos de guerreros enterrados junto a sus ajuares, y una necrópolis. Cavan, rastrillan y clasifican siguiendo pautas profesionales y cada resto (todos de pega) es celebrado como un gran hallazgo.

"Hemos aprendido a sacar una pieza sin romperla, y también nos han contado cómo vivían los neardentales"

Jerry Ulla, un chaval de 13 años de origen paquistaní, aunque criado en España, muestra con orgullo lo que para él y para sus compañeros es, por ahora, el mayor tesoro del yacimiento: el esqueleto de un guerrero, del que sólo se ve el cráneo y varias costillas. A Jerry también le ha gustado mucho un ídolo oculado hallado junto a los restos humanos. "Se trata de un objeto que se ponía en los dólmenes para proteger al muerto de todos los males malignos", explica con aplomo. Hace días no sabía de la existencia de esos ídolos con ojos.

Leonor, Débora y Zaskia nivelan con unos cepillos la superficie de arena de una de las zonas del yacimiento. Por ahora sólo han encontrado un trozo de ferralla de cuando se construyó el instituto. Están un poco desilusionadas, pero prefieren participar en esta actividad que acudir a clase. "Hemos aprendido cómo sacar una pieza sin romperla y también nos han contado cómo vivían los nerdentales", afirman, rastrillando imbatibles.

Mientras la mayoría de los chavales horadan la tierra con cuidado, El Pinchos pasea entre sus compañeros sin mancharse. "Soy el asistente de la excavación, me dedico a guardar cosas, y a escribir de lo que se hace, porque excavar no me llama la atención", asegura este chaval de 15 años cuyo apodo se debe al peinado que llevaba antes. "Hemos aprendido la historia de los esqueletos y esas movidas", explica con cierto pasotismo. Junto a él, un grupo de chicas comentan, con ironía, que, pese a sus esfuerzos, por ahora sólo han encontrado lombrices y hormigas.

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Paco Ramos, profesor de historia y promotor de este aula arqueológica, explica que con ella lo que pretenden es "contar la historia de una manera práctica" a un alumnado que, a menudo, acude renqueante a clase. "Y parece que funciona porque todos los días están deseando coger los picos y empezar a cavar", añade.

Otro de los objetivos es fomentar el trabajo en equipo. De los chicos y de los profesores. "En el proyecto estamos implicados varios departamentos del instituto, no sólo el de ciencias sociales, porque en él son también necesarias las matemáticas, el inglés, las ciencias naturales... queremos que ésta sea una iniciativa global", asegura este docente.

Antes de salir al ruedo los chavales han recibido nociones básicas de las técnicas arqueológicas. Ramos les ha insistido en que deben acercarse al yacimiento con pies de arqueólogo, es decir, teniendo cuidado de dónde pisan para no destrozar nada. También se han familiarizado con algunas nociones de lo que era la vida 4.000 años antes de Cristo.Las piezas del yacimiento han sido enterradas por algunos profesores y alumnos de otros cursos. Ninguna de ellas proviene de la prehistoria. La cerámica se ha cocido en alfares artesanos; las armas, en fraguas de Extremadura, y el resto de los materiales (esqueletos, huesos, adornos) han sido cedidos por el centro.

Todos los restos están divididos por estratos. En el más profundo hay fósiles, conchas y calizas como las que existían en el mioceno, es decir, hace la friolera de 20 millones de años. La segunda capa corresponde al paleolítico, con restos de sílex, cuentas y huesos de grandes animales cuaternarios. El dolmen, que es el eje central de este aula (www.ieshumanes.com), cuenta con elementos del neolítico final y del calcolítico. Alrededor de la zona de trabajo los responsables del departamento de ciencias naturales están plantando un arboreto con especies mediterráneas.

Después de cada jornada se redacta un diario de trabajo y se recogen las piezas encontradas que, más adelante, serán estudiadas en el laboratorio. La última fase de este proyecto subvencionado por el Ayuntamiento de Humanes -que facilitó operarios y material- sería que los propios alumnos expliquen su trabajo a chavales más pequeños.

Humanes, un municipio del sur a unos 20 kilómetros de la capital, es conocido por sus polígonos industriales. Y ahora ha entrado también en el mundo de la arqueología. Aunque sea por la puerta chica y de la mano de unos aprendices.

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