Va por ellos
Palabras como proeza, gesta o hazaña remiten a hechos memorables, señalados y heroicos. Las crónicas de guerra y la jerga castrense están llenas de términos así. Quizá por eso no son de mi devoción. Prefiero, sin duda, otros menos beligerantes. Benditos los estados y los reinos que se jugaron la hegemonía sobre una tabla de ajedrez. Nada más civilizado que disputar un territorio con peones, torres y caballos de madera o de marfil. Bien, pues hasta aquí la introducción. Ahora espero que convengan conmigo que en el único terreno en que se deben admitir las palabras citadas (hazaña, gesta o proeza) es en el deportivo, que mueve lo suyo pero que no se lleva por delante cientos de vidas ni asola territorios plagados de civiles. La última -hablo de proezas- ocurrió el pasado sábado en la cancha del Unicaja de Málaga. ¿Quién se iba a imaginar que el Etosa de Alicante alcanzaría el sueño de permanecer en la ACB tras una primera vuelta rematadamente infame? Hagan números. En las 14 primeras jornadas sólo había logrado dos miserables victorias. Y el caso es que el equipo, dirigido entonces por Luis Casimiro, prometía lo suyo al comienzo de temporada. No contaba con Perasovic, es cierto, pero Lucio Angulo, Lou Roe, Oriol Junyent, Iñaki de Miguel o Berni Hernández tampoco eran moquito de pavo. Nadie se explicaba la postración y el bajo rendimiento de ese ramillete de héroes que perdía los partidos en los minutos finales. Hasta que llegó Trifón Poch y sacó de cada cual todo el baloncesto que tenía en la recámara y ese amor propio que coge rebotes, defiende con zarpa y se inventa triples imposibles. Los datos están ahí. De los 9 últimos partidos, el Estosa ha obtenido 8 victorias. Roe es, hoy por hoy, el jugador más valorado de la ACB, el máximo anotador, el que más faltas ha recibido y el segundo en minutos jugados. En la hazaña le sigue Angulo, Pepe Sánchez, Quincy Lewis y Berni Hernández. No hay quien dé más. Ellos lo han hecho y por ellos van estos tres tiros libres que dedico a Luis Castillo, su presidente, a la afición más entregada que conozco y, por supuesto, al entusiasmo de todos. Sin ilusión, la batalla más simple está sobradamente perdida.
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