Cuestión de Estado, asunto de Liga
El Madrid-Barcelona se presenta como una cita decisiva para la suerte del campeonato
El clásico ya no sólo es una cuestión de Estado, sino también de la Liga, circunstancia que, en función del calendario, a veces pasa inadvertida, y bien que lo sabe el Valencia, que va el primero con los mismos puntos que el Madrid a falta de cinco jornadas para acabar el campeonato. La presión es asunto del Madrid, apremiado por el factor campo, y más si se atiende a su última derrota en Chamartín, un estadio en el que nadie reparaba en el rival, sino en las galas locales.
Triplemente vencido por el Zaragoza en la Copa, el Mónaco en la Champions y Osasuna en la Liga, el Madrid encontró un resuello con su triunfo en el derby. Futbolísticamente, sin embargo, aparece expuesto como el más lujoso de los futbolines. Falto de juego y organización, se aprecian desperfectos en varias de sus codiciadas piezas. El desgaste afecta incluso al menos laborioso de sus futbolistas: a Ronaldo le falla el percutor en el peor momento. Ningún otro jugador condiciona tanto el fútbol del Madrid y del contario como el brasileño, que no jugará.
A falta de entrejuego, el Madrid siempre tuvo principio y final, y ahora resulta que Casillas recibe goles y Ronaldo no está para meterlos, motivos de sobra para fomentar el confusionismo, trabajar a puerta cerrada y sembrar dudas: Cambiasso vuelve a contar y Helguera podría regresar al puesto de central para dar consistencia a un equipo pusilánime. Carlos Queiroz está hecho un auténtico lío y no para de mirar al adversario.
Menos exigido y más lúcido parece el Barça. Frente a la parálisis madridista, viaja embalado: 39 puntos ganados de los últimos 45. El equipo de Frank Rijkaard es un libro abierto. Ni siquiera la lesión de Luis García ha alterado su velocidad. Jugará presumiblemente Luis Enrique, antimadridista confeso, motivo de sobra para que en el Bernabéu se pregunten si es peor el remedio o la enfermedad. O, si no, está Overmars, por no hablar de Iniesta. A día de hoy, cualquier azulgrana parece interesante en un cuadro que ha ido de menos a más, siempre liderado por un gran Ronaldinho.
Para el Gaucho, el clásico supone la prueba del algodón. Ausente en el Camp Nou, se juega su reputación. Algo parecido ocurre con la mitad de su equipo. Muchos son debutantes en un partido sin vuelta de hoja. A juzgar por el momento de juego, los términos de la primera vuelta se han invertido. Animado por sus opciones -está a 7 puntos del líder-, el Barça llega mejor al choque, pero estos encuentros los acostumbra a ganar el más necesitado, y ahí se agarra el Madrid, presa de tics muy culés y, por tanto, capaz de echar el resto cuando es menester.
El clásico no sabe de favoritos y, reducida la carga ambiental por las buenas relaciones institucionales, lo único cierto es que se presenta en un instante crucial.
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