_
_
_
_
VISTO / OÍDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sacro connubio

Esperan los monárquicos la boda principesca que tiene el fin primordial de la sucesión, sobre todo de un varoncito que un día será rey, si es que no ha llegado antes la república que se espera; el cuento clásico del príncipe y la villana que termina con el "comieron perdices", propio de la imaginación de cuentistas hambrientos que soñaban con manjares. Esta pareja y sus cuatrocientos invitados selectos, pero no necesariamente aristócratas -¡que liberalismo!-, van a tener una cena -previa a la boda- que no será "moderna", dicen los dos cocineros más selectos del mundo que preparan: Ferran Adrià y Arzak. Solo cuatro o cinco platos: pero no serán "provocadores", aseguran. No hacen la tarta, ni tampoco los pasteleros madrileños: se ha encargado al famoso Torreblanca, de Elda. Ah, pero los confiteros madrileños enviarán la suya y esperarán a ver cuál parten los cónyuges, probablemente con el espadín de SAR, que irá vestido de militar (naturalmente, naturalmente). De la tarta despreciada pueden salir las brujas malas, como en los cuentos odiosos escritos por despechados.

Quizá sea más caro el banquete que el arreglo de las calles por donde ha de pasar el cortejo: tres millones de euros que paga el Patrimonio Nacional: tapar agujeros en las calles, limpiar fachadas, restaurar palacios, ampliación de la vajilla de Limoges -la de oro que poseía la familia real se fue al exilio en 1931: todo estuvo calculado, y luego hubo que venderla en el extranjero-; y habrá también gastos municipales, y de la comunidad; y de algún ministerio para cubrir la carrera de guardias, visibles e invisibles.

¿No es un escándalo? Hay republicanotes que creen que sí, cómo son ellos: no se dan cuenta de que todo esfuerzo por conseguir un heredero varoncete, como debe ser, sin necesidad de acudir a la ciencia biológica -ahora se hace parir a ratitas sin necesidad de semen: un alivio, un mundo sin varones, del que ya es preludio el gabinete Zapatero- lo merece todo. Ellos creen que la Jefatura del Estado debía ser por elección y por cuatro años; y hasta la Fiscalía General, y el Constitucional. Maniáticos. Es mejor creer que "todo poder viene de Dios", que el bisabuelo del contrayente era Rey "por la gracia de Dios" (así lo decía en las pesetas de plata que a veces veía yo) y que por tanto es preciso comida de lujo, tarta de Elda, cortejo radiante, paso por un Madrid pintado. No se les convence. Gritan: "¡Qué vergüenza!". Será suya: no la de los actores de la boda.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_