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Columna
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Zaplana, todavía

¿Por qué el ex ministro Zaplana tiene tanto interés en controlar el PP valenciano, hasta el punto de no importarle crear una peligrosa división y enfrentamientos internos? Es la pregunta que se hacen, en Madrid, no pocos periodistas y políticos. Se nota que no conocen al personaje. La pérdida de las elecciones supone, de momento, un frenazo a la carrera de este político ¿valenciano? Pongo entre interrogantes esta condición porque un político que se sienta verdaderamente valenciano, no abandona la presidencia de la Generalitat a cambio de una cartera ministerial. Eso demuestra tener poco interés por el futuro de su pueblo. Si es que de verdad lo considera suyo. Cosa que uno pone en duda. Porque, como he escrito en alguna otra ocasión, Zaplana ha demostrado con creces que el futuro del pueblo valenciano le importa bien poco. Le importa su futuro personal. El que ahora peligra después del batacazo electoral. Y no quiere perder el control del partido en Valencia. Necesita, por ejemplo, el control de la Televisión Valenciana para ocupar pantalla y para mantener el fondo de reptiles con que seguir recompensando a sus periodistas de cámara y le sigan bailando el agua en los medios madrileños. Porque lo que es aquí, en Valencia, quitado de Canal 9, sólo le queda la hoja parroquial de un amigo suyo, que no deja de zurrarle al presidente Camps de la forma más zafia y reprobable. Pero éste libelo apenas lo lee nadie. En todo caso, bien cierto es que Zaplana no va a dejar de incordiar en el PP. Y al presidente Camps le va a hacer la vida imposible. No le va a dejar gobernar con tranquilidad. Zaplana, en mi opinión, se va a convertir, con todas sus actuaciones entorpecedoras, las presentes y las futuras, en el enemigo público número uno para la gobernabilidad del País Valenciano. Es bien triste tener que decir estas cosas. Pero ésa es la realidad. Claro que no hay mal que por bien no venga. A lo mejor, Zaplana se carga este partido de la derecha valenciana, fomentando sus divisiones y enfrentamientos, y da paso a que surja otro más liberal y democrático. No caerá esa breva.

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