¿La última carga?
Es un hecho que Eduardo Zaplana dejó la presidencia regional del Partido Popular porque estaba afectado de lleno por las incompatibilidades fijadas por su organización y por expreso deseo de Mariano Rajoy. No está claro, en cambio, por qué ni para qué, una vez tomada la decisión, abrió el frente interno, provocando la mayor crisis que se recuerda en su partido. Sobre todo si se tiene en cuenta que fue su llegada a la presidencia del PP valenciano la que cauterizó las heridas y unificó las diferentes tribus para llevarlas hasta la Generalitat. Cuando Zaplana llegó los populares se agrupaban en tres ámbitos geográficos: Alicante, Castellón y Bosnia-Herzegovina. El actual portavoz del grupo popular en el Congreso de los diputados acabó con las peleas tribales, especialmente violentas en la provincia de Valencia. Pero ha sido dejar el cargo y balcanizarse toda la organización territorial. Un proceso común a todos los partidos y a todos sus máximos ex responsables: saben llegar, pero son incapaces de saber marcharse.
Zaplana ha llevado a los suyos a la batalla de Balaklava, que fue un auténtico desastre militar
Los seguidores del ex presidente del Consell aseguran que la crisis responde a la incapacidad del presidente de Camps de liderar el PP y aglutinar a todos los sectores. "Con Zaplana", asegura esta fuente, "todos teníamos cabida en el partido. Es en la capacidad de facilitar la coexistencia donde se ve a los líderes. Y eso ahora parece imposible. Hay sectores que se dedican a filtrar mentiras para desprestigiar la gestión del equipo anterior, cuando esa gestión fue la que hizo posible la victoria en las elecciones autonómicas. Y hay un sector, el cristiano, que nos quiere borrar del mapa". Esta misma fuente afirma que "existe la sensación de que el proyecto ha cambiado y que los objetivos son distintos [en relación a la época de Zaplana]" y concluye con una apelación a la democracia interna del partido que "será la que solucione esta crisis".
Un análisis que no comparten desde el sector de Camps. Una persona próxima al presidente abre el foco y considera que la crisis no se puede separar de la situación en la que se encuentra el PP tras la derrota el 14-M. "Zaplana ha provocado esta situación porque necesita controlar toda la organización de cara al próximo congreso nacional. Tiene un pacto con Jaume Matas [presidente de las Baleares] y Ramón Valcárcel [presidente de Murcia] para consolidar su posición como portavoz en el Congreso de los Diputados y aspirar, como mínimo, a la secretaría general del partido". Una hipótesis que los zaplanistas niegan en redondo, asegurando que lo único que ocurre es que Camps ha roto el equilibrio interno que existía hasta su llegada a la presidencia del Consell.
En medio de este fuego cruzado, las partes han designado unos negociadores para intentar llegar a un acuerdo. Resulta más que sorprendente que Camps haya elegido a Carlos Fabra, imputado por varios presuntos delitos, para representarle con toda la carga negativa que ello supone para el presidente. Y sorprende que el teórico aspirante a la presidencia, José Joaquín Ripoll figure en primera línea. Su presencia revela que lejos de ser él quien manda en su sector, es un mandado. ¿De quién? Parece claro: de un Eduardo Zaplana que intenta sin éxito aparecer ajeno a la confrontación.
¿Qué se negocia? Resulta difícil afirmarlo con certeza porque el hermetismo es grande. Incluso en el sector campista se ofrecen versiones contradictorias. Para una fuente sólo se está hablando del partido y para nada del Consell ni todo de lo que de él depende, incluidas las empresas públicas. Otra fuente confirma en parte esta impresión, pero añade un matiz importante: Canal 9. "No les preocupa qué pueda ocurrir en el Consell y resultaría relativamente fácil alcanzar un acuerdo en el partido. Pero Zaplana quiere mantener a toda costa a su gente en TVV. Son muchos los periodistas de Madrid que están colaborando y cobrando. Les necesita, y más ahora".
Quede como quede la negociación hay un hecho cierto: la dirección nacional del PP, o si se prefiere Mariano Rajoy y Ángel Acebes, quiere que Francisco Camps sea el presidente regional el próximo miércoles. Si no hay rebelión, y todo indica que no la habrá, Eduardo Zaplana sufrirá su primera derrota importante en el PP. Por mucho que se pretenda enmascarar y disimular esta realidad con acuerdos unánimes y aplausos generosos en la Junta Directiva Regional, la realidad es que el ex ministro planteó la batalla para colocar a uno de los suyos en la presidencia valenciana del PP y no ha alcanzado su objetivo. Y, como apuntaba Juan Ramón Gil en Información hace poco, quedará reducido a líder de un sector crítico que reclama democracia interna. Dos condiciones suficientes para evidenciar su posición minoritaria en la organización.
De otra parte, Zaplana ha conducido a los suyos a la batalla de Balaklava. Les ha llevado por el valle de la muerte en la última carga de su brigada ligera sin un Tenysson que convierta en épica y heroica una acción que fue un auténtico desastre militar. Alguien que presume de ser su amigo y que dispara sin ton ni son desde su tronera mediática ya ha perdido su privilegiada relación con una empresa pública de comunicación.
Las razones de fondo de una estrategia política tan dura que ha balcanizado el PP y mantiene en jaque al Consell tardarán en saberse. Pero su derrota revela un nerviosismo extraño en una persona que tan bien ha sabido manejarse en situaciones límites. Mucho tiene que estar en juego. Y tanto Francisco Camps como Ángel Acebes han recordado en varias ocasiones que el PP es un partido al servicio de los intereses generales. Dicho de otra forma: no al servicio de intereses particulares. Ellos sabrán por qué lo dicen.
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