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Del amor al desamor

"Lágrimas negras por la inmensa pena de tu extravío", canta Diego El Cigala con la música de Bebo Valdés.

Los recientes casos acontecidos sobre violencia de género requieren un análisis del proceso de enamoramiento y de la figura del agresor.

La elección de pareja es un proceso complejo, pero fundamental en la evolución humana, que en muchas ocasiones puede marcar la felicidad, el bienestar o el sufrimiento de una persona. En la mayoría de las especies animales son los machos quienes compiten pero las hembras las que deciden. ¿Pero qué criterios seguimos los humanos para elegir pareja?

Los estudios realizados en diferentes culturas, sobre el desarrollo de este proceso, nos indican que las mujeres tienden a valorar en los hombres: protección, posición social, seguridad, responsabilidad, etc., factores todos ellos relacionados con el cuidado de la prole. Los hombres, sin embargo, buscan en las mujeres fertilidad y belleza, tienden a fijarse más en factores como los rasgos de la cara y la relación entre el tamaño de la cadera y la cintura, esto es un indicador de la distribución de la grasa y que depende de hormonas como la testosterona, relacionada con el deseo sexual.

El primer momento de la relación es la Atracción, fase en la que aparece el deseo sexual y comienzan las conductas de coqueteo. A continuación brota el Éxtasis o fase del Amor Romántico, en esta etapa existen dos mecanismos cerebrales básicos uno está activado por la dopamina (neurotransmisor relacionado con el placer y la recompensa), una auténtica droga que nos lleva a una sensación de embelesamiento y embriaguez, pero que no dura mucho tiempo, unos meses, todo lo más un año. Por eso aparece un segundo dispositivo cerebral buscando la permanencia de la relación y causado por la oxitocina, una hormona relacionada con el apego que incrementa los deseos de relacionarse socialmente, por ejemplo, las parturientas liberan oxitocina durante el parto para incrementar el apego hacia el bebé. Los niveles hormonales de oxitocina varían en función del sexo, las mujeres tienen mayores niveles de esta hormona que los hombres, ello explica su mayor facilidad para expresar cariño, ternura y fidelidad.

Después, con el tiempo y la convivencia, la fase de Realidad va imponiéndose en la vida de la pareja y la idealización realizada en las fases anteriores desaparece, pudiendo llegar a una última fase de Amor Racional, donde predominan el afecto, el compañerismo, la comunicación y donde se comparten metas y valores, los estudios realizados nos indican que las parejas estables gozan de una sexualidad más rica y tienen mejor salud física.

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Sin embargo, cuando hay problemas en la relación, nuestro sistema límbico se altera y sus efectos sobre la salud son peores que seguir una mala dieta, tener sobrepeso, no hacer ejercicio físico e incluso fumar. Se puede decir que a largo plazo los problemas en la pareja rompen el corazón. Es cuando surgen los primeros conflictos, los primeros roces, las primeras discusiones y aparece la amenaza de la Ruptura. El comportamiento que tengan ambos miembros de la pareja puede predecir el éxito o fracaso de la relación. Aquí, en esta fase, puede empezar a dar las primeras señales de violencia el futuro agresor.

Por lo que se refiere a la estabilidad de la relación, estadísticas realizadas en 105 parejas con crisis de ruptura nos indicaron los siguientes resultados: el 28% de las parejas rompieron alrededor de los 3-5 años, estas parejas tenían una característica común, eran parejas cuyo inicio de la relación fue muy apasionada; el 32% tardaron entre 10 y 14 años en cuestionarse la separación y su relación podría clasificarse como más fría que los anteriores; otro grupo que entró en crisis lo hizo alrededor del nacimiento de su primer hijo, el 10%, no supieron superar el estrés que conlleva dentro de la pareja; Porcentajes mucho menores aparecen en diferentes momentos de la relación, la crisis de los 40-50, un 8%; el momento de "nido vacío", cuando los hijos abandonan el hogar, un 5%; después de la jubilación un 1%; quedando un 16% que no encaja en ninguno de los grupos.

Durante la Ruptura aparecen, entre otras, dos tipos de emociones, el miedo del abandono y los celos, ambas merecen un análisis. Las dos atenazan a la persona y pueden acabar dañando al sujeto y su relación. Cuando alguien sufre o cree sufrir el abandono de su pareja, los efectos negativos de la pérdida y el rechazo hacia su persona, hacen que se cuestione su valía y disminuya su autoestima. La mayoría de los abandonados acaban sufriendo un estado depresivo. En el caso de los hombres con tendencia violenta, el mero hecho de pensar en la posibilidad del rechazo, les puede llevar a seguir conductas inadecuadas.

Las consecuencias de los celos pueden ser más dramáticas. Qué ocurre cuando los celos son patológicos, cuando los sentimientos son exigentes y los pensamientos irracionales. Nos sentimos horrorizados de que él o ella puedan intimar emocionalmente con otra persona o abandonarnos. Entonces empezamos a rumiar obsesivamente sobre la posibilidad de perder a nuestro amado/a, a ser suspicaces y lo que es más peligroso a exigir pruebas o palabras de afecto de él o ella, y a intentar controlar su vida. En los celos irracionales los pensamientos inadecuados son: 1) "¡debo tener la garantía de que tú sólo me quieres realmente a mí y vas a continuar haciéndolo para siempre!"; 2) "si tú no me quieres como yo te quiero a ti es que hay algo malo en mí y no merezco tu amor"; 3) "como yo te amo y estoy entregado a ti todo el tiempo, tú debes devolverme ese amor"; 4) "debo tener la certeza absoluta de que me adoras y siempre lo harás". Estos celos patológicos pueden llegar a convertirse en una enfermedad, un trastorno delirante de tipo celotípico.

Sin embargo el peligro surge cuando al abandono o los celos patológicos, sobre todo en el hombre, se le suman factores como las actitudes y los valores machistas, una personalidad narcisista o que no tolera las situaciones de duda o incertidumbre, insegura, con pensamientos y conductas violentas y abuso de alcohol. El resultado será un "maltratador", un agresor. Una persona que no surge de la nada, que habrá dado sus primeros avisos el primer año de relación, cuando las fases de Atracción y Éxtasis finalizan y comienza la fase de Realidad. Las amenazas, los insultos, las interrogaciones, el control excesivo, son conductas que pueden predecir el perfil de un agresor al inicio de la relación. Cuando el sujeto entra en dicha dinámica, tiene actitudes sexistas, es reforzado y alimentado por un medio social y dispone de un repertorio de conductas que conforman su personalidad, es difícil de cambiar. Muchas veces su pareja cree que cambiará, pero ello nunca sucede, todo lo contrario, cada vez se agrava más.

Pero además, se hace difícil la intervención psicológica, ¡tan sólo 1 de cada 3 agresores que buscan tratamiento logran mejorar! Primero porque la persona no reconoce su enfermedad y aunque la mujer busque desesperadamente ayuda, es él quien tiene que cambiar. En segundo lugar, porque cuando es una sentencia judicial la que obliga a un tratamiento, esa imposición no conlleva las condiciones adecuadas para realizar una terapia con éxito. La solución será el alejamiento, el control o la vigilancia y la terapia psicológica cuando la demande el agresor.

José Gil Martínez es psicólogo. josé.gil-martinez@uv.es

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