Un libro recupera entre sus páginas los teatros de la capital

Alberto Ruiz-Gallardón, alcalde de Madrid, no quiere que en esta ciudad ocurra como con el Teatro Imperial de Viena, cuyos restos, tras la demolición, los austriacos se llevaron a su casa para "convertirlos en reliquias laicas". "No podemos consentir que se destruya un teatro más. Que sus astillas no terminen encima de una chimenea", argumentó ayer en el teatro Muñoz Seca, donde se presentó el libro Teatros nuevos (y recuperados) de Madrid, del periodista Antonio Castro.

"Que nuestra pasión por el teatro, que constituye una seña de identidad de esta ciudad, no se vea en la triste necesidad de recurrir a esos métodos nostálgicos", añadió Ruiz-Gallardón.

Las cifras que se ofrecen en esta obra, con la que la Confederación de Empresarios Madrileños (CEIM) celebra sus 25 años de existencia, parecen invitar a la esperanza: Madrid reúne el 30% de las representaciones teatrales españolas y, entre 2001 y 2003, obtuvo por venta de localidades 70 millones de euros. De esta cantidad el 70% de los ingresos fueron de la empresa privada. Son más de tres millones los espectadores que acuden a las salas cada año. "Bien podríamos decir que la ciudad que un día aplaudió a Lope y Calderón, a Tirso de Molina y Buero Vallejo, sigue sustentando el teatro con afición y con convicción", se felicitó el alcalde.

Ruiz-Gallardón alabó que Joaquín Leguina, ex presidente de la Comunidad, creara en 1994 el Consorcio de Rehabilitación de Teatros Privados, a través del cual el Ayuntamiento, la Comunidad y el Ministerio de Cultura han destinado nueve millones de euros en estos años. "Se ha demostrado su utilidad y su necesidad", dijo, por lo que se mantendrá el apoyo municipal a ese proyecto con el que se han salvado teatros como el Calderón, el Lara, el Príncipe o la sala Cuarta Pared y se han abierto otros nuevos como el Arlequín, el Real Cinema o el Amaya.