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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El mejor cisne

Si usted está por casualidad en una de esas ciudades europeas donde se ama, respeta y programa gran ballet clásico, y encuentra en cartel a la ucrania Svetlana Zajárova (estrella del teatro Bolshói de Moscú), consiga una entrada, luche por ella y no se arrepentirá. La joven diva de 24 años es actualmente, con toda probabilidad, el mejor cisne del mundo, una vez superado el reino mediático de Guillem y ante una generación emergente de nuevas bailarinas rusas.

La Scala de Milán, con muy buen criterio, la ha invitado a estrenar su nueva producción de El lago de los cisnes, teniendo como pareja escénica al único astro importante del ballet italiano y uno de los pocos que pueden exhibir con naturalidad internacionalmente la condición de danseur

Ballet de Teatro alla Scala de Milán

El lago de los cisnes. Coreografía: Vladímir Bourmeister y Lev Ivanov (remontada por Frédéric Olivieri y F. Clerc). Música: Piort I. Chaikovski. Diseños: Roberta Guidi di Bagno. Director: James Tuggle. Teatro degli Arcimboldi. Milán. 14 de abril.

noble: Roberto Bolle, de 26 años.

Y menos mal que estaban sobre la escena Zajárova y Bolle, porque los diseños eran inexplicablemente confusos y provincianos, de pretendido realismo feérico; y el director de orquesta apenas entendió del nervio necesario de la obra. Zajárova lo salva todo en una Odette-Odille luminosa; ella es musicalísima, segura, sensible aunque distante, capaz de dominar el adagio haciendo virtuosos guiños en ralentí. Bolle, por su parte, estuvo soberbio en su delicada manera de atender a la bailarina, en su seguridad aplastante y en su aire siempre elegante, sin prisas ni ansiedades: eso se llama una pronta y feliz madurez. La ucrania es perfecta en cualquier aspecto de la técnica, y sobre eso impone una majestad muy de escuela rusa (su formación pasa también por San Petersburgo, y se nota). La versión de Vladímir Bourmeister (que data de 1953 y que la Ópera de París mantiene en repertorio desde 1960) ya hoy no resulta tan justificada como antes y rechinan muchas arbitrariedades que alejan cualquier atisbo filológico. A pesar de ello, el triunfo lo aseguró el debú milanés de este cisne de plata pura.

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