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Imma Monsó recupera sus primeros cuentos publicados y uno inédito

Las trampas de la comunicación verbal; la obsesión por la propia identidad, por la imagen que los demás se crean de uno; la idea que nos formamos de los otros: son algunos de los ejes en torno a los que gira la narrativa de Imma Monsó (Lleida, 1959). La escritora acaba de recuperar en Marxem, papà. Aquí no ens hi volen (La Magrana) cuatro cuentos que publicó por primera vez en la editorial de Tarragona El Mèdol en 1997 y uno de la misma época que quedó inédito.

Monsó ha recibido este invierno el Premio Ciutat de Barcelona por su último libro, la compilación de narraciones Millor que no m'ho expliquis, publicado por La Magrana en catalán y que en mayo aparecerá en castellano en Alfaguara. Como contrapunto ha querido volver a publicar, revisadas en un proceso de "depuración", las primeras que compuso. "Son cuentos que corren paralelos a No se sap mai, mi primera novela. Con ellos descubrí el laboratorio del cuento, una forma que es más difícil que te deje satisfecho pero que te permite observar las cosas con lupa: te lo juegas todo en menos páginas".

"Entre los cuentos de Marxem, papà... y los de Millor que no m'ho expliquis hay diferencias. Los primeros los veo más juveniles, y los segundos, más maduros. Han pasado 10 años de vital importancia. Los primeros recogen la época de juventud y los segundos la entrada en la cuarentena", afirma. Diferencias, pues, pero también semejanzas, sobre todo en el interés de la autora por la dificultad de acotar los mensajes que transmitimos a los demás con nuestras palabras, gestos y actos. "La incomunicación es el gran tema. La novela y el cuento me parecen instrumentos muy precisos para hablar de ello; no hay muchos más que se les parezcan".

Marxem papà... y la novela No se sap mai coinciden en el tratamiento de cuestiones como la diferencia entre ser y parecer. Pero también en la incorporación de cierto componente fantástico en un entorno realista. En la novela, este elemento se materializaba en un filtro que permitía al protagonista intercambiar su personalidad con otra persona. En el cuento Viciós, en un duendecillo que concede al protagonista la posibilidad de compartir su destino con el de un objeto. Pero a Monsó cada vez le ha ido interesando menos este recurso: "Siempre he reivindicado la introducción de elementos fantásticos pero los he ido abandonando", constata.

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