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TIROS LIBRES
Columna
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Desastre total

¡Qué desastre! En el fondo, pues perdió una oportunidad inmejorable para cumplir con el primer y principal objetivo de la temporada: clasificarse para la Euroliga. Y en las formas, pues jugó un partido infame, impropio del evento, en el peor momento posible y cuando una vez más había logrado atraer el foco de atención y unas cuantas ilusiones. Nada ni nadie puede encontrar ni la más mínima justificación que atenúe un fracaso mayúsculo y que deja como única opción de salvar la campaña unos playoffs donde se enfrentarán a equipos muy superiores al Hapoel.

Cuando se presenta un partido con las desigualdades teóricas que mostraba esta final, una de las obligaciones del favorito es demostrar lo antes posible a su adversario que sus posibilidades de victoria son quiméricas. Ahí reside el mayor riesgo para que la lógica no se cumpla y no hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos de sonados naufragios por saltarse esa norma. El presidente del Madrid, presente en Bélgica, puede dar fe de ello. Al enemigo supuestamente inferior no hay que dejarle crecer, pensar en lo posible como una realidad. Nada de eso hizo el Madrid, que convirtió a un equipo más que mediocre en un conjunto que se movió en todo momento con un aplomo y una confianza sorprendente. Según avanzaba el partido los jugadores del Hapoel se iban creciendo a la misma velocidad que los del Madrid se empequeñecían. Si cuando el balón se puso en juego el mayor y único peligro se llamaba Solomon, a partir del inicio del segundo tiempo las estrellas eran un nigeriano de nombre Awojobi que ha jugado en cien equipos a lo largo de su carrera, un tal McCarty que parecía una reencarnación de Larry Bird y el veterano Sheffer, curtido en mil batallas pero lejos de sus mejores tiempos. Curiosamente la estrella Solomon estaba fuera de juego por sus problemas de faltas personales y su presencia durante los minutos en los que el partido se rompió no fue más allá que testimonial. Pues a este grupo de anónimos deportistas el Madrid les hizo pasar la mejor noche de su vida.

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El Madrid no sale del agujero

Fuera de la final de principio a fin, el Madrid se comportó de la peor manera posible, sin nervio para jugar y con todos los nervios del mundo para hacer casi todo mal: rebotear, defender, atacar, correr o pasar. Fue una caricatura de equipo, un conjunto plano donde nadie dio la impresión de estar a la altura de las circunstancias. Salió frío y terminó congelado allá por el final del tercer cuarto, incapaz de contener una avalancha imprevista incluso para los propios jugadores del Hapoel. Con el partido perdido tiró por la calle del medio y durante cinco minutos dotó a su juego de un mínimo de coherencia e intensidad. Sólo con eso hizo temblar a su rival, pero sólo le sirvió para que su frustración fuese aún mayor. Teniendo el partido a mano lo volvió a tirar por segunda vez por la borda, haciendo jugadas absurdas, buscando los triples como única tabla de salvación.

Dicen que el ser humano es incapaz de pasarse un solo día sin autojustificarse. Visto lo de ayer, al Madrid le va a costar mucho más encontrarla. Más que nada porque no la tiene.

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