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75 años de crítica arquitectónica

El Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela de Madrid acaba de publicar una magnífica antología de textos de teoría y crítica de arquitectura publicados en España durante los primeros 75 años del siglo XX y anuncia la próxima publicación de un segundo volumen que abarcará de 1975 a 1995. En el primero se reúnen 35 ensayos de 21 autores, cada uno apoyado por unos comentarios que constituyen en sí mismos otros ensayos de teoría y crítica.

Hay que felicitar a los promotores de esta antología porque el excelente contenido sugiere diversas consideraciones fundamentales. La primera es un positivo síntoma pedagógico. Que unas cátedras de proyectos aborden una labor teórica y crítica con exigencia científica es, en cierta manera, una novedad en nuestras escuelas, después de tantos años de insistir en los simples instrumentos de la práctica proyectual y de apoyarse casi exclusivamente en los gustos estilísticos de cada profesor o en la transmisión indocumentada y sentimental de las preocupaciones individuales a menudo arbitrarias. Es un ejemplo que podría servir para reflexionar de nuevo sobre el papel que debe tener la enseñanza de proyectos en un nuevo currículum universitario, situándola como una simple derivación práctica de la disciplina teórica y reduciendo su actual preeminente significación docente.

Por descontado, el mayor interés de la antología está en el contenido de los textos y su secuencia cronológica, que permiten entender una línea ondulada en la apreciación de la modernidad. Como dice Antón Capitel en el prólogo, se observa que la mayoría de textos se agrupan en dos sectores: el de los más antiguos y conservadores que todavía defienden un cierto orden tradicional y el de los más recientes que se incorporan a la modernidad pero ya sin el entusiasmo -o la eficaz ingenuidad- de los fundadores del funcionalismo, sino con actitudes revisionistas y críticas respecto a la plenitud del movimiento. Esto indicaría un hecho evidente: la escasa penetración en España del auge inicial -interrumpido, además, por la Guerra Civil- y la adscripción aproximadamente postracionalista de la generación que recuperó a duras penas la modernidad en la década de 1950. De todas maneras, esa visión se podría modificar -sino en extensión, en intensidad- si la antología hubiese incluido más testimonios del GATEPAC y no hubiese reducido los textos de Sert a la reivindicación de la tradición mediterránea.

Pero esto nos llevaría por el peligroso camino de discutir la selección y denunciar ausencias, un peligro al que se ofrece toda antología que, como ésta, acertadamente, no quiere ser de autor. Los mismos antologistas lo reconocen, pero el resultado -dentro de unos límites editoriales evidentes- es extremadamente plausible y suficientemente panorámico si aceptamos en este panorama algunas muestras quizás demasiado reaccionarias e impertinentes. Sólo sugeriría una mayor atención a dos acontecimientos específicamente catalanes -el modernismo y el noucentisme- con alguna cita de Domènech i Muntaner, Puig i Cadafalch, Rubió i Tuduri o Folch i Torres. Los casos de Gaudí i Coderch son más difíciles por la escasez de textos precisos, diluidos a menudo en comentarios y conversaciones, aunque, certeramente, el primero se puede interpretar a través de uno de los textos de Flores y el segundo en la entrevista de Sierra a Correa.

Otro tema por comentar es que de los 21 autores sólo tres de ellos no son arquitectos: Ortega, Ors y Llorens. En cualquier otro país europeo la proporción sería otra, lo cual puede demostrar la escasa envergadura que en España ha tenido durante estos años la habitual crítica de arte y el ensayismo cultural. Supongo que con la publicación del segundo volumen esa proporción va a cambiar. El hecho de que 20 años vayan a ocupar un volumen parecido al de 75 ya es un síntoma positivo. Espero que esta mayor densidad no sea sólo una fácil solución a las dificultades de una selección de temas demasiado próximos, sino también de una nueva corriente cultural que ha cambiado la posición intelectual de los arquitectos y ha favorecido el interés general hacia la arquitectura. Espero que estos cambios tengan en cuenta también aquellos que han alimentado muchos de los arquitectos ya seleccionados en el primer volumen. Sería incongruente pensar que la aportación teórica y crítica de Moneo, de Piñon, de Solá-Morales, de Fernández Alba y algunos otros se agotó en 1975.

Finalmente, una duda sobre el contenido de este segundo volumen, que abarca un periodo en el cual el diseño urbano, el tema de la forma urbana, ha sido un factor relevante en la misma evolución de la arquitectura. Es lógico que la planificación territorial no entrase en el primer volumen. Pero la escala urbana en términos proyectuales ¿no será uno de los temas más acuciantes para la teoría y la crítica de arquitectura durante esos 20 años? Esperamos con interés esa segunda entrega para la que me atrevo a sugerir la inclusión de un elenco bibliográfico de todos los libros de ensayo arquitectónico publicados en España durante el pasado siglo, porque también esa visión cuantitativa global puede ayudar a comprender aquella línea ondulada o quebrada que explica fenómenos generales de nuestra cultura.

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Oriol Bohigas es arquitecto.

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