Sin sorpresas, Buteflika
Abdelaziz Buteflika ha sido reelegido presidente de Argelia. Ganar por más del 83,5% de los votos es algo siempre sospechoso, especialmente cuando la campaña no ha sido limpia, sus rivales no han tenido acceso a la televisión y ha obtenido un millón de votos más que en las elecciones amañadas de 1999, cuando concurrió como candidato único al retirarse en protesta los demás. Pero por vez primera desde la independencia de Argelia, los militares, que auparon a Buteflika anteriormente, se han quedado al margen de estas elecciones. Esto no implica que los militares hayan renunciado a ser lo que son en Argelia, un Estado dentro del Estado,
pero sin duda la sociedad civil ha salido reforzada de estos comicios, pese a las denuncias de fraude lanzadas por la oposición.
Hay otro aspecto preocupante: el 42% de abstención. Los islamistas, salvo en la versión ligera de Abdalá Yabalá, no han podido concurrir a estas presidenciales. Cuando iban a ganar las legislativas de 1991 un golpe de Estado militar sumió a Argelia en una espiral de violencia. Es difícil saber lo que representaría hoy el Frente Islámico de Salvación (FIS), aunque tras 10 años de lo que ha sido prácticamente una guerra civil, la violencia ha remitido en Argelia y ésta es una de las razones del éxito de Buteflika. También los bereberes, ante la negativa a que se les concediera medidas suficientes de autonomía, han boicoteado estos comicios.
¿Empieza una nueva época? El resultado es, en principio, continuista. La oposición ha salido seriamente dañada, y no hay democracia sin oposición. Además, Buteflika, a sus 67 años, algunos de ellos en el exilio tras anteriores desacuerdos con los militares y el partido único, representa aún el pasado en un país muy rejuvenecido, pero en el que muchos jóvenes también se han mantenido alejados de las urnas. Argelia debe aún llevar a cabo una renovación generacional consustancial a una transición hacia una plena democracia más y una economía más próspera y con menos desigualdades sociales.
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