Un 'derby' de verdad
Lo primero que habría que decir del partido del sábado, en el Palau Blaugrana, es que, poco a poco, se empezó a parecer a lo que debería ser siempre un Barça-Madrid. La superioridad de los azulgrana sobre los blancos había derivado en unos derbies que eran todo menos derbies, hasta llegarse a un punto en que unos y otros habían aceptado su papel: a los barcelonistas no les hacía especial emoción derrotar a los madridistas y éstos asumían dócilmente su inferioridad, dos circunstancias que chocan brutalmente con las reglas no escritas que desde tiempo inmemorial presiden las relaciones entre ambos clubes.
El partido que vimos y disfrutamos en esta oportunidad, con su tensión, sus broncas, los escarceos personales, la emoción final o las quejas arbitrales del perdedor, se entronca con la historia mucho más que los insulsos trámites a los que nos habíamos acostumbrado. Sigue ganando el mismo, pero de otra forma.
Como ocurrió en los cuartos de final de la Copa, llegaban ambos en trenes opuestos. Un Barça dubitativo frente a un Madrid crecido. Poco importaron los antecedentes -otra cualidad fundamental cuando hablamos de un partido entre estos equipos- y poco importarán mientras el Barça siga logrando sacar de sus casillas a su rival.
El caso es que, al final, unos juegan al baloncesto y otros se enfrentan con el mundo. Y, en esta dinámica, Kambala pasa de ser un jugador agresivo y efectivo a convertirse en poco más que un boxeador y Bennet deja de actuar como un base y se transmuta en un pendenciero que recuerda a ésos que vemos en los parques de Nueva York.
Cierto es que cualquier día dejarán llevar guantes de boxeo a los defensores para que estén más en consonancia con el arte marcial que practican, pero repartir... repartieron todos. La diferencia es que unos no dejaron de estar en el partido y otros perdieron demasiado la cabeza.
Fuera como fuese, el encuentro dejó buenas noticias para el futuro. A tres jornadas del final del calentamiento, el Barça recupera algo su pulso perdido y el Madrid, definitivamente, tiene equipo para decir algo en las eliminatorias decisivas.
Si sumamos al excelente Tau, un Pamesa más experimentado y, desde Málaga, llega como una locomotora el Unicaja de Scariolo, las perspectivas para la lucha por el título son halagueñas.
Por de pronto, vimos un Barça-Madrid de los auténticos.
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