Lesbianas en serie

Un anuncio. En un museo en el que se exponen obras abstractas y modernas, vemos cómo, sin querer, una empleada rompe una de las piezas expuestas. Para reemplazarla, recurre a un ambientador de diseño futurista, a ver si cuela. Y cuela.

Ambientador

Los espectadores se acercan y se dejan seducir por la fragancia de la obra-ambientador, fascinados por la osadía de una pieza multisensorial, que obliga a combinar vista y olfato. "¿Cuál es su título?", preguntan. En veinte segundos, el anuncio consigue llamar idiotas a los consumidores de arte contemporáneo y equiparar a los artistas con fabricantes y vendedores de humo. En el futuro, no descarten que alguien organice una performance en la que se reúnan conceptos de nuestro tiempo creados con finalidades publicitarias: los bífidos activos de yogures y batidos, el PH neutro de un líquido desinfectante o el overboost de un vehículo.

Fútbol

Sin moverme de delante del televisor, viajo por el mundo. Gracias a Otros pueblos (La 2), me traslado hasta Kenia. Paso por Arusha y por un asador llamado Barcelona Garden. Lo regenta un sonriente masai, que dice haberlo bautizado así porque es un hincha del Barça. Que en el corazón de África un simpático restaurador sienta la tentación de caer en esta adicción barcelonista es, además de un milagro, un auténtico misterio. Al Real Madrid, en cambio, le eliminan futbolistas heridos en su orgullo. Milito, del Zaragoza, al que habían tachado de defectuoso, les echó de la Copa del Rey. Y Morientes, madridista universal, les apeó de Europa desde su privilegiado exilio monegasco.

Series

Llegan noticias de que la serie Frasier llegará a su fin el 13 de mayo. Descanse en paz. Ha sido uno de los mejores estímulos catódicos para soportar el tránsito entre el final del siglo XX y el inicio del XXI. Hay quien opina que es una serie elitista, pero, a medida que pase el tiempo, la calidad de los diálogos y el retrato de los personajes permanecerán como un modelo para futuros imitadores y una gozada para el espectador. Unos mueren y otros nacen. Gracias a la amabilidad de la hiperactiva y seductora Carla Sauret, he podido ver un capítulo de The L Word, una serie que triunfa en Estados Unidos. La comparan con Sexo en NY, lo cual me hacía temer lo peor. Por lo que he logrado entender (mi inglés es una birria) se trata de una comedia digna, con una mayoría de personajes que tienen una particularidad: son lesbianas. La serie repite mucho de lo que ya hemos visto en series hetero y homosexuales. El debate que ha generado su éxito plantea la pregunta de si triunfa por razones de calidad televisiva o por oportunismo sociológico. ¿Y si fuera por ambas cosas? En un fórum de Internet para fans de la serie, me tropiezo con esta frase: "Viendo The L Word dan ganas de hacerte lesbiana". A lo que otro cibernavegante responde: "Sobre todo si ya lo eres".