Nueva época, nuevo impulso
Francisco Camps defiende un modelo territorial que ignora las relaciones institucionales con Cataluña y Aragón
El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, inició el pasado lunes una amplia ronda de entrevistas para lograr concitar el mayor apoyo social posible en torno a su iniciativa de convertir la Comunidad Valenciana en el centro del arco mediterráneo español. Una decisión que ha sido bien acogida, especialmente por quienes acusaban al Ejecutivo de Camps de paralización.
El lunes se reunió con el dirigente del PSPV, Joan Ignasi Pla; el pasado miércoles con los responsables de las principales instituciones empresariales valencianas; el próximo martes lo hará con los presidentes de todas las cámaras de comercio valencianas y luego seguirán rectores, sindicatos, dirigentes de partidos políticos, regantes y otros colectivos en una ronda que puede prolongarse hasta las puertas del verano.
El Consell mantiene la idea de convertirse en la referencia del PP en la gestión autonómica
El impulso desplegado por el jefe del Consell para lograr implicar a los actores sociales en su proyecto se produce después de la derrota del PP en las elecciones generales del 14 de marzo pasado. Una derrota que ha dejado a la Generalitat sin su principal avalista para ejecutar y rentabilizar electoralmente los tres eventos en los que Camps había focalizado, al menos mediáticamente, buena parte del éxito o el fracaso de esta legislatura: el trasvase del Ebro previsto en el Plan Hidrológico Nacional, el AVE Madrid-Comunidad Valenciana y la celebración de la Copa del América en Valencia.
Francisco Camps no ha variado sus principales objetivos políticos, aunque se ha visto obligado por la nueva coyuntura política a adecuarlos; algo que ya había tenido que hacer el otoño pasado para acoplar su discurso al del PP nacional de José María Aznar.
En los primeros meses de presidencia, Camps impulsó un nuevo valencianismo que intentaba conectar la iconografía del antiguo esplendor del Reino de Valencia con la modernidad del siglo XXI. Una conjunción basada en el desarrollo de las redes de transporte, energéticas y de comunicaciones y la potenciación del sentimiento de pertenencia a un pueblo de tradiciones históricas (fomento de la lengua, impulso del derecho civil valenciano, recuperación del patrimonio histórico, etc).
Sin embargo, este valencianismo moderno fue sacrificado por Camps pocos meses después de asumir la presidencia en aras de la coherencia del discurso impulsado a nivel estatal por José María Aznar y Mariano Rajoy, contrarios a cualquier reforma estatutaria en las autonomías y fervientes partidarios de reforzar la idea de España como nación. Una renuncia que fue compensada con la promesa, primero de Aznar y luego de Rajoy, de que la Comunidad Valenciana recibiría cuantas inversiones fuesen necesarias para garantizar su desarrollo económico. Un desarrollo que además cobraba mayor simbolismo como modelo de gestión del PP en las autonomías frente a los gobiernos socialistas de Cataluña, Aragón, Castilla-La Mancha y Andalucía.
Sin embargo, la derrota de Mariano Rajoy en las elecciones generales ha obligado de nuevo a Francisco Camps a modificar el discurso. Lo que hasta ahora habían sido logros del Partido Popular, se han convertido en infraestructuras que "no tienen color político" y que no deben pararse porque sólo tienen como objetivo mantener el desarrollo de la Comunidad Valenciana.
Un retraso en las inversiones previstas sólo serviría para favorecer a otras comunidades autónomas, según Camps, que sigue creyendo posible impulsar el desarrollo de la Comunidad Valenciana al margen de relaciones institucionales con Cataluña y Aragón, territorios con los que existe un importante intercambio comercial y por los que pasan las vías de conexión con los mercados europeos.
El Consell sigue manteniendo su idea de convertirse en referente de la buena gestión del PP en los gobiernos autonómicos, aunque es consciente de que parte del éxito depende de su capacidad negociadora con el nuevo Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero que, entre otras cuestiones, debe defender la continuidad de los fondos estructurales de la Unión Europea y las grandes inversiones ferroviarias y aeroportuarias.
Mientras esa relación está pendiente de iniciarse -y en la que habrá que abordar casi con total seguridad cuestiones como el modelo de Estado, la reforma del Estatuto o la cohabitación en la Copa del América-, Camps sigue reforzando el discurso del Plan Hidrológico Nacional y el trasvase del Ebro como una realidad de la que siempre podrá responsabilizar a los socialistas si no llega a buen puerto.
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