Nuestra Rosa
Ya es nuestra Rosa. La brasileña ha vuelto esta Semana Santa al mismo local que la acogió el pasado verano y muestra, de nuevo, ese don milagroso de recrear canciones conocidas que parecen haber estado esperándola a ella para su versión definitiva. Esta mujer menuda, de voz dulce y afinadísima, posee un sentido del tiempo apabullante y un fraseo único. Modifica en una canción una armonía puntual o cambia un mínimo elemento rítmico, siempre con resultados asombrosos.
En el repertorio trajo esta vez algo de Ary Barroso (Foi ela), varios Caymmi (Rosa Morena) y mucho Djavan como el Samurái, que aquél grabó a principios de los ochenta con Stevie Wonder, y al que ella le da su toque especial. Inédito, inesperado, pero sin desnaturalizar la obra original. También cantó alguna composición propia como esa Morada do samba, que surgió de un piropo que le lanzaron una noche en Cartagena: "La samba vive en tu casa y no paga alquiler", le dijo allí un aficionado. Desde luego que la samba le ha dejado su herencia genética porque el balanço de Rosa Passos, su swing, es extraordinario.
Rosa Passos
Rosa Passos (voz), Marcus Teixeira (guitarra eléctrica), Paulo Paulelli (contrabajo), Fabio Torres (piano) y Celso de Almeida (batería). Calle 54. Madrid, hasta el día 10.
Ofreció una interpretación nocturna de Eu sei que vou te amar, de Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Morães, sobre la pulsación intimista del contrabajo, los acordes y punteos medidos de la guitarra eléctrica y escobillas inteligentemente discretas, que rezumaba clase por todos los poros.
Su comportamiento con los músicos es casi el de una madre atenta y cariñosa. Aunque el más mimado sea Paulo Paulelli, un contrabajista muy joven con trazas de llegar a ser alguien importante en ese instrumento. Fábio Torres la acompañó al piano siempre con delicadeza y elegancia, sobre todo en un Alibi, de Djavan, arreglo del propio pianista, y Marcus Teixeira dejó entrever buenas maneras en el estilo alejado de efectismo de algunos grandes guitarristas del jazz.
Entre las divas norteamericanas a las que Rosa Passos ama están Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Billie Holiday, Shirley Horn y Nancy Wilson. Y de las brasileñas, Elis Regina. Ha costado, y aún habrá que insistir, pero Rosa Passos está alzando el vuelo. Con los cincuenta ya cumplidos, se le empieza a reconocer el talento a esta pequeña y graciosa bahiana que anduvo años medio oculta en Brasilia cuidando de sus hijos. Un empujoncito se lo ha dado el chelista Yo-Yo Ma al invitarla a grabar con él. Y en junio saldrá el disco homenaje de Rosa a João Gilberto, grabado en Nueva York y París, con Paquito D'Rivera y Henri Salvador. Que Diana Krall y Norah Jones se anden con cuidado.
Babelia
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