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LOS DISCOS DE TU VIDA 2

'Carros de fuego', de Vangelis

Diego A. Manrique

Hoy cuesta calibrar el valor del realizador Hugh Hudson al encargar, en 1981, una banda sonora electrónica para Carros de fuego, película que se desarrolla en los años veinte del pasado siglo. Pero Vangelis supo extraer texturas orquestales de sus máquinas y su score es uno de los más vendidos -e imitados- en la historia de la música cinematográfica. Un trabajo que ganó un Oscar y que a partir de mañana, jueves, EL PAÍS lo ofrece por 5,95 euros en edición remasterizada.

Evangelos Papathanassiou (Valos, Grecia, 1943) suele decir que su vida es susceptible de convertirse en una película. Podía ser, explica, el biopic de un niño prodigio que se niega a tomar lecciones, optando por la vía autodidacta. Una rebeldía que desemboca en la formación de un celebrado grupo griego: Formynx. El golpe de los coroneles en su país le empuja hacia París, donde funda Aphrodite's Child: un trío, con Demis Roussos como cantante, que oscila entre el pop progresivo y las baladas para bailar muy pegados, línea ejemplarizada por su éxito Rain and tears, basado en el hipnótico Canon,de Pachelbel.

Su evolución tiene paralelismos con la de los músicos británicos de Yes, con los que mantiene una amistad que está a punto de convertirle en miembro fijo del grupo en los años setenta; la unión no llega a producirse pero, a principios de los ochenta, Vangelis graba discos bien recibidos con su vocalista, Jon Anderson. En realidad, el teclista no disfruta con el directo; prefiere funcionar en soledad, explorando el universo de la música electrónica, que entonces comienza a despegar con la comercialización del sintetizador de Robert Moog.

Más por casualidad que por cálculo, Vangelis establece un peculiar modus

operandi: acepta encargos de cineastas curiosos, que quieren bandas sonoras de sonido sintético. Aparte de difundir su nombre, esos trabajos le permiten aprovisionarse del costoso hardware musical de la era del chip. En Londres monta un estudio puntero, que aprovecha también para elaborar obras personales, sin deudas con la pantalla cinematográfica. Así nacen los discos con Irene Papas o Invisible connections, editado en Deutsche Grammophon, el ilustre sello de música clásica.

Al principio, Vangelis no puede seleccionar: ilustra tanto documentales de televisión como largometrajes. Su nombre aparece en películas hoy olvidadas como Sex power (1970) o Amore (1973). Más adelante, se alía con con Ridley Scott: Vangelis pone memorable música a Blade runner (1982), La sombra del testigo (1987) o 1942, la conquista del paraíso (1992). Preocupado por no encasillarse, colabora con Costa-Gavras en el drama político Missing (1982) o con Polanski en la tortuosa Lunas de hiel (1992).

Pero su billete para la primera división de los compositores cinematográficos es Carros de fuego (1981). Hugh Hudson, que ha mimado el vestuario y la fotografía, decide que necesita las artes de Vangelis para hacer accesible una historia real pero remota: la relación y las diferentes motivaciones de dos atletas británicos, el judío Harold Abrahams y el escocés Eric Lidell, que compiten con el afán de poder participar en los Juegos Olímpicos de París de 1924. Una audacia: sumar música contemporánea a una película de época.

Vangelis hace uso de todas sus mañas. Sus sintetizadores evocan cuerdas, metales y ruidos de la naturaleza; los pianos desgranan las melodías. El score oscila entre lo triunfal y lo intimista: son cinco piezas a las que se une el himno religioso Jerusalem. Para la edición en disco, Vangelis sumerge esos temas en Chariots of fire, una suite de 20 minutos que, a su modo, traduce a música el guión de Colin Welland.

En abril de 1982, el disco está en lo alto de las listas de ventas estadounidenses y gana el Oscar como mejor banda sonora original, galardón que se suma a los otros tres premios Oscar que gana el filme británico producido por David Puttnam. Desde entonces a nuestros días, el tema de Carros de fuego es poco menos que obligado en los eventos deportivos que se emiten por televisión. Vangelis, coherentemente con su manera de ser, no se encuentra en Hollywood para recibir el premio de la Academia: "Tengo cosas más importantes que hacer", explica.

Vangelis, en una imagen de promoción, a finales de los noventa.
Vangelis, en una imagen de promoción, a finales de los noventa.
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