El negocio es mío
El Manchester United prohíbe a sus jugadores firmar cualquier objeto susceptible de venderse por Internet
Los entusiasmados hinchas del Manchester United que el lunes, tras el triunfo sobre el Arsenal en la Copa y coincidiendo con el inicio de la Semana Santa, acudieron al campo de entrenamiento de Carrington Moss a la búsqueda de un autógrafo de sus ídolos se llevaron una gran decepción. Una nota sobre las puertas del recinto avisaba de la nueva y curiosa norma del club: los futbolistas tienen prohibido estampar sus autógrafos en cualquier objeto susceptible de ser vendido posteriormente vía Internet de forma ilegal.
Según publicó ayer The Guardian, el club sospecha que existe una red de vendedores organizados que pagan a algunos niños por pasarse el día en la sesión preparatoria del equipo y conseguir así la productiva firma. De esta forma, Keane, Van Nistelrooy, Giggs o Scholes ya no podrán dejar sus rúbricas en camisetas, pósters, balones u otros elementos de reclamo para los coleccionistas. El único soporte permitido es la simple hoja de papel en blanco. La decisión causó, obvio, un tremendo disgusto a sus seguidores. "Es patético", comentó un aficionado.
"Desgraciadamente, serán los verdaderos cazaautógrafos los que sufran. Lo lamentamos todos. Pero esta medida es necesaria para acabar con el comercio organizado", aseguró, a su vez, un portavoz de Old Trafford.
El considerado el club más rico del mundo, que la semana pasada anunció un aumento de un 32% de sus beneficios antes de impuestos -40,2 millones de euros- a mitad del año fiscal, no deja ni un cabo suelto en la comercialización de su marca.
La nueva restricción llega tras saberse que Jason Ferguson, hijo de sir Alex, el mánager, ha aprovechado sus contactos para explotar el filón de la fama del club. Mientras la tienda oficial vendía la camiseta del equipo por unos 53 euros, Jason y su grupo de socios, la empresa Elite Sports, utilizó sus influencias en el vestuario para conseguir una camiseta firmada por un futbolista, la enmarcaron y la comercializaron por todo el mundo a un precio superior a los 400 euros, es decir nada más y nada menos que ocho veces su valor real.
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