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Columna
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De Azores a Leganés

Te comprendo, pero nada vas a conseguir sacudiéndole al tabique, más que pulverizarte los nudillos. Después de la infame matanza del 11 de marzo, del frustrado atentado contra el AVE, de la voladura del edificio de Leganés, con un geo muerto y otros heridos, además de a los cinco o seis presuntos terroristas desmembrados, y de las amenazas que se reciben de grupos radicales islamistas, te has puesto tieso y exiges que las tropas españolas en Irak regresen cuanto antes. Y despotricas, cuando tratan de chantajearte con el cuento de la huida. Al margen de la relación causa efecto que pueden darse, a pesar de las reticencias de ciertos pensadores o mercenarios de dudosos intereses, tienes muy claro que España participó en una guerra ilegal, en modo alguno legitimada por las UN, que tampoco es una gloria, y que fue víctima de la sumisión a Bush y de la miserable soberbia de Aznar y su Gobierno. Que regresen de una vez las tropas españolas, que de una vez se lleve a cabo este interminable relevo de los cargos electos, y que se cumplan las promesas, sin derivas. Sé también que maquinas, entre tanto, elevar la península y las islas, aparte Portugal, sobre grandes pilares hidráulicos, a cientos de metros sobre la ineptitud de unos y la locura de otros, para evitar las tragedias que se anuncian. Imagínate, si el "distinguished scholar" o profesor Aznar de la Universidad de Georgetown confiesa a su alumnado los dominios que inmoló en las Azores, sin consulta alguna, pero sí con gesto despectivo, y señala en el mapamundi con su regla, por donde cae Atocha o Leganés, sólo dará con el hervor de las aguas atlánticas precipitándose sobre las mediterráneas, entre la escarpada costa de los Pirineos, el solitario peñón de Gibraltar y la isla de Portugal. Estos solares nuestros estarán más arriba, no a la altura de los ángeles, sino a la del diálogo y del debate, ejemplificando la sensatez y la pacífica solución de las cosas, muy por encima de las frustraciones de los gobiernos conservadores y de los sacrificios a la irracionalidad. Es decir, muy por encima de las guerras y las carnicerías que tan imperiales y pecho lobo los pulen. Qué panda.

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