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Entrevista:ANA PIMENTA | Actriz y responsable de Vaivén Producciones

"Hay que conservar el teatro, aunque sea como pieza de museo"

Maribel Marín Yarza

Dice Ana Pimenta que Eduardo II, de C. Marlowe, la obra que estrenará en junio bajo la dirección de Etelvino Vázquez, es una metáfora de Vaivén y su trayectoria. "Eduardo II habla de la lucha por unos ideales y es capaz de llegar hasta las últimas consecuencias por el amor", explica. "Lo mismo nos ocurre a nosotros con el teatro, en un momento en el que vemos que al público cada vez le interesa menos lo que contamos". Vaivén lleva ahora un clásico a los escenarios. Pero si hay algo que ha caracterizado su trayectoria son obras como Coraje, Sin vergüenzas, Víctor Bevch o A cuestas con Murphy, nacidas de ideas originales.

Pregunta. ¿Por qué esta vuelta a los clásicos?

Respuesta. Por una parte, porque vengo de una formación clásica y me siento cómoda en este registro. Sobre todo, si en el proyecto está un hombre como Etelvino. Pero no puedo negar que también tiene que ver con la situación terrible que vive el teatro. La comercialidad ha llegado a unas cotas tremendas: lo que se estilan ahora son comedias al uso, cuanto más superficiales mejor, o proyectos intelectuales de grandes dismensiones, inaccesibles para compañías como la nuestra. Un clásico era una manera de salvar la coherencia, porque creo que hay que hacer teatro contenido, con mensaje.

P. ¿Didáctico?

R. No necesariamente, pero sí social. Me dan pánico las definiciones, pero diría que nosotros hacemos teatro ideológico. Después de haber pasado por todos los ismos, como en la película Las invasiones bárbaras, teatro de calle, cabaret..., y después de 20 años con distintos estilos, sin tener claro cuál es el que impera, he acabado por querer contar historias. Entiendo que haya público al que no le interesen los dramas, por ejemplo, porque necesita relajarse. Pero a mí lo que me interesa, es que me inquieten, que me hagan reflexionar.

P. Dibuja un panorama negro. ¿Qué se puede hacer por el teatro?

R. No tengo una fórmula, pero pienso que hay que cuidarlo desde todos los frentes. Hay que crear público en los colegios, como en Francia, y apoyarlo desde lo público. Desde las instituciones vascas están haciendo cosas. Sus subveciones creo que están intentando ser justas y, aunque Sarea es un proyecto todavía absolutamente incipiente, representa un esfuerzo por racionalizar las giras.

P. ¿Y las compañías?

R. Cada uno tiene que seguir haciendo aquello en lo que cree. Eso sí, con los pies en la tierra. No podemos crear espectáculos de espaldas al público ni realizarlos sólo para contentarle porque eso supondría una vulgarización de este medio. Tendríamos que olvidarnos además de nuestro ego para compartir espacios de producción y creación. Estamos en ese intento. Iñaki [Salvador] colabora habitualmente con Tanttaka y ahora Kike Díaz de Rada protagoniza Eduardo II; dentro de poco coproduciré con El Teatro Español Viaje a ninguna parte, de Fernán Gómez con Mario Gas.

P. ¿Considera justas las subvenciones?

R. Creo que es la única manera de que sobreviva en un mercado como el de hoy. El teatro es cultura y no tiene porqué ser rentable. Es un derecho de todo el mundo. El euskera necesita una discriminación positiva. ¿Cómo no la va a necesitar el teatro? El teatro sí que corre riesgo de extinguirse: sobre él planean un montón de fantasmas y hay que conservarlo aunque sólo sea como pieza de museo.

P. Los fantasmas tienen forma de televisión...

R. Y de cine... Compites con la inmediatez. El teatro requiere reflexión y la gente, acostumbrada a un estímulo mucho más rápido, lo ve como algo caduco.

P. ¿Cuál es su esperanza?

R. Confío en el ser humano. Cuando te descolocas de muchas cosas acabas volviendo a lo que de verdad te emociona. Y el teatro tiene una capacidad para emocionar que no tienen otros lenguajes, porque es vivo y artesanal. Yo reivindico un teatro austero y artesanal: no me gustan los grandes fastos.

PERFIL

Ana Pimenta (Salamanca, 1960) cambió el Derecho y su actividad política juvenil contra la dictadura por el flamenco. Bailó en tablaos de Sevilla, hasta que su hermana Helena la reclutó para participar primero en un proyecto teatral de instituto y después, en 1986, en Ur Teatro, donde trabajó durante una década. En 1997 creó junto a su compañero, el pianista Iñaki Salvador, Vaiven, productora que se ha hecho un nombre en el mercado vasco.

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