Un comienzo poco prometedor
Ha comenzado la 19ª edición del festival Madrid en Danza, que esta vez estrena nueva dirección, y se esperaba con cierta expectativa el regreso de la canadiense Marie Chouinard a Madrid (había un buen recuerdo de sus solos animalísticos y fantásticos de los años ochenta), pero este encuentro, que además inauguraba el festival de primavera madrileño, ha sido frustrante desde todo punto de vista.
Lo primero es ese pecado de lesa cultura al dar a los preludios de Chopin un tratamiento irrisorio e irreverente, elemental y hasta de una acrecentada vulgaridad en los movimientos (los bailarines simulan caricaturescamente que tocan el aire con un teclado imaginario).
La plantilla de bailarines es irregular en técnica y expresividad, y queda sin entenderse qué quieren transmitir con esa continuidad espasmódica, que no catártica, o con unos intentos de humor que no pasan de ser recursos trillados de la expresión corporal.
Festival Madrid en Danza
Marie Chouinard Los 24 preludios de Chopin y El grito del mundo. Coreografías y dirección: Marie Chouinard. Música: F. Chopin y Louis Dufort. Teatro Albéniz, 2 de abril. Jordi Cortés Happy Hour. Interpretación, coreografía y dirección: Jordi Cortés. Música: J. S. Bach y otros. Teatro Pradillo, 3 de abril.
En la segunda parte siguió ese estilo, y con elementos muy parecidos (hasta el vestuario es tristemente similar y pobre); la música electroacústica poco inspirada y el abuso de los recursos de la luz estroboscópica saturan al espectador, y donde debió imperar una dinámica de vértigo, simplemente se llega al hastío.
Por otra parte, en el teatro Pradillo, el catalán Jordi Cortés mostró un solo que no es danza precisamente; se trata de un taller íntimo de experimentación gestual donde intercala de manera casi siempre gratuita unos pasos sin estructura ni justificación; de resultas, esas reflexiones aisladas se hilvanan muy débilmente por su buen hacer de artista maduro, pero que es más que discutible como obra terminada. No se escapa Cortés de los tópicos del desnudo, el travestismo y un exceso de textos bastante pretenciosos que, en las esferas del movimiento, resultan obvios y hasta redundantes. El personaje de su solo es algo así como un compendio de aire shakespeariano, que quiere tirar del poso transgresor de sus dudas, con cierta ironía, pero que finalmente naufraga.
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