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Columna
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Aguanta Zaplana

Tras el descalabro electoral, Zaplana ardió en medio de sus comparecencias sobre el 11-M, y terminó carbonizado por un Rajoy inmisericorde: "No quiero a nadie en más de un puesto". Zaplana, después de tanta ingratitud, se retiró a las riberas de lo que fue un río, y se dejó querer. Dicen que unos quinientos militantes y simpatizantes del PP le ofrecieron una cena de desagravio, en su taifa de Orihuela. Zaplana aguanta en su dualidad: presidente regional en el poder y portavoz del grupo parlamentario del PP, en la derrota. Si se le priva de uno de tales privilegios, Zaplana se precipitará en un trance teresiano: vivo sin mangonear ni aquí ni allí. El congreso autonómico, que se celebrará después del nacional, le obligará a decidirse de una vez, a elegir la cara o la cruz, si es que aún puede, y a Zaplana siempre le ha gustado ir de cara por la vida. En cualquier caso todavía le quedan unos meses para despacharle el coñazo a Camps y ensombrecerlo, con su coro de estómagos nostálgicos y de besamanos viscosos. ¿Qué hará Zaplana? Mientras tanto aguanta, como sostenía Pereira.

Inmediatamente después de la cena de sus devotos, al otro lado de la Vega Baja, en Torrevieja, un millar de militantes y simpatizantes del PP agasajaron a Camps, por el presunto éxito en los comicios generales que el partido ha obtenido en la Comunidad: dos de sus escaños en el Congreso de Diputados, uno por la circunscripción de Valencia y otro por la de Alicante, se los ha llevado el PSOE. Así que ya dirá. Pero, ¿quién no se consuela con un alcalde tan lanzado como Hernández Mateo, que sin eufemismos, bálsamos, ni contemplaciones, proclama el relevo generacional y cita como referentes del PP valenciano a Camps, Campos y González Pons? Si Rajoy fulminó al hombre, Hernández Mateo fulminó al tabú, y puso las cosas sobre la mesa. Ese duelo insonorizado y velado, que mantienen Zaplana y Camps ya está al descubierto y se libra al raso. Que cada uno haga sus apuestas. Hasta hace muy poco, ambos contendientes hacían uso de un lenguaje figurado y hasta florido, ahora las cosas se dirimen sin ambages. Si antes, uno y otro, ni se citaban, sino que apelaban parabólicamente a Madrid, es decir a Mariano Rajoy, Mariano Rajoy ha cercenado cualquier duda: "En la nueva etapa del PP no se producirá más redundancia de cargos que la del caso de Javier Arenas", y sin ninguna otra excepción. Lo que significa que el aún ministro portavoz en funciones, tiene fecha de caducidad en uno de los dos que aguanta. Por sus manifestaciones, parece que se inclina por la Carrera de San Jerónimo. Se mueve bien por Madrid, por su pisito de 500 kilos de las antiguas pesetas, pero ¿qué nómina tienen los presidentes de la Generalitat o es que acaso conocen el arte de imitar los milagros de la multiplicación de panes y millones? Ya dirán, ya, en su momento, que no está tan lejano.

Francisco Camps estatutaria y lógicamente ocupará también la presidencia orgánica del PPCV, junto a la institucional que ya detecta. Su franciscanismo le lleva a defender al ex consejero Cartagena, condenado por el Supremo, y a publicar su cariño por Fabra. Eso está bien desde el punto de vista personal y humano. Pero que no nos venga ahora con iluminaciones de santos. Un santoral así puede hundirlo en la más sospechosa opulencia.

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