Calderón en París
Admiro los autos sacramentales de Calderón sin ser creyente, del mismo modo que admiro las catedrales", dice Christian Schiaretti, director parisiense de 48 años que ha montado en la Comédie-Française con gran éxito El gran teatro del mundo y El pleito matrimonial. "Se me ha reprochado que sean dos obras genuinamente católicas; sin embargo, si hubiera puesto en escena una tragedia griega, género de idéntico carácter religioso, nadie habría dicho nada. Tanto los autos del Siglo de Oro como las tragedias clásicas son parte profunda de nuestra cultura. En El pleito matrimonial
[Procès en séparation de l'âme et du corps, ha traducido la académica Florence Délay] se habla del pecado original del mismo modo que en el teatro griego se habla del destino maldito de los Átridas o del de los grandes héroes mitológicos. En mi opinión, el arte debe ser independiente, pero aun cuando se pone al servicio de un pensamiento dogmático, no deja de ser arte".
Schiaretti ya había puesto en escena El gran teatro del mundo en 1994, en Les Gémeaux Scene Nationale à Sceaux, y en la Comédie de Reims donde, a los 35 años, se convirtió en el director más joven de un centro dramático nacional francés: "Hice la traducción yo mismo, ahora me daría vergüenza verla". ¿Conoce usted la lengua española? "He trabajado con el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela, en el teatro Solís de Montevideo, en Chile, en Perú...
Soy hijo de obreros, me crié entre inmigrantes españoles, y como mis padres no tenían dinero para pagarme unas vacaciones largas, nuestros vecinos me llevaban con ellos a Santander y al País Vasco: me enseñaron a correr en los sanfermines, cuando era adolescente".
El director francés estudió
filosofía, y se nota en la elección de su repertorio: los clásicos griegos, Artaud, Maeterlinck, Pirandello, Witkiewicz, Alain Badiou, el medieval Johannes von Saaz... y Calderón: "La dramaturgia francesa debe mucho al barroco español -que dio un teatro más rico que el isabelino-, pero lo ignoramos o no lo reconocemos: en El pleito matrimonial, por ejemplo, hay algo que prefigura La dispute, de Marivaux. En Calderón hay una profundidad similar a la de los surrealistas, y sus autos están tan codificados como el kyogen japonés: reúnen música, danza, un vestuario colorido y cargado de valor simbólico, un contenido alegórico claro... Es un gran teatro muy poco conocido. Mis paisanos me preguntan, admirados: '¿De dónde has sacado estas dos obras?'. Pues del filón del Siglo de Oro".
La Comédie y Schiaretti, director del Théâtre National Populaire, se han apuntado un éxito con este programa doble, depurado y metafísico. La crítica lo ha recibido como "una celebración del misterio", y ha creído ver en El gran teatro del mundo el germen de Seis personajes en busca de autor. No es el único calderón de la temporada parisiense. Hasta finales de enero, el Théâtre Nanterre-Amandiers ofreció una puesta en escena de La vida es sueño que comenzaba con luz de sala, para fundir realidad y ficción, como en los corrales de comedias. Guillaume Delaveau, su director, de 31 años, ha sorprendido a todos llevando al extremo los apartes: sus personajes apenas se miran, prefieren hablarle al público, y trabajan en un escenario desnudo, como en el Siglo de Oro.
Los críticos de Le Monde y Le Figaro han saludado al casi desconocido Delaveau como a un valor seguro: un director "de una inteligencia radical". Un ejemplo. Cuando estalla la revuelta del pueblo polaco, sobre los espectadores llueven octavillas con la frase de Lorca: "La vida no es un sueño. Alerta. Alerta. Alerta". La obra maestra calderoniana se pone en escena en Francia más que en España. En diciembre andaban en gira un montaje de Ikaro Théâtre, y otro que convierte las peripecias de Segismundo y compañía en comedia musical. Sus autores: Lucie Bossard y Nicolas Bourdier. Estos días, el Théâtre de la Cité Internationale, en el centro de París, ofrece Rosaura, espectáculo de teatro-danza en el que Brigitte Seth y Roser Montlló-Guberna mezclan francés, castellano y catalán, y desnudan a la enamorada de Segismundo en un diálogo onírico. No es todo. Patrick Melior prepara para este verano Le Grand Théâtre du Monde, en Besançon.
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