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Prohibido dejar de soñar

Mar Moreno pronunció un discurso poco habitual en el acto de constitución del nuevo Parlamento autonómico el pasado día 31 de marzo. Lo inició con un recordatorio a las "víctimas de la masacre del 11-M" en Madrid. Éste es un extracto de la intervención de Moreno, la primera mujer que accede a la presidencia de la Cámara andaluza.

"(...) Me gustaría que la especial visibilidad que otorga a mi género la presidencia del Parlamento andaluz sirva para iluminar un pasado de sacrificios y conquistas anónimas de todas las mujeres que han luchado por nuestro empoderamiento, pero sobre todo espero que me permita seguir removiendo obstáculos y abriendo puertas a la igualdad y a la colaboración leal entre hombres y mujeres.

Sin duda hay mucho de justicia y equidad en nuestro deseo de que desaparezca todo tipo de dominación de unos seres humanos sobre otros, pero afortunadamente -al menos en Andalucía- los avances de las mujeres ya no se sustentan solo en razones de justicia sino que se sustentan en su buen hacer y en la aportación que están, que estamos realizando, a la sociedad en el ejercicio de nuestras responsabilidades.

Ya en el siglo XV, decía Melibea en la celebre tragicomedia de Fernando de Rojas que no quería casarse para huellas de hombre repisar. Yo traigo al Parlamento andaluz del siglo XXI la intención de ejercer el poder no para repisar huellas de hombre sino para dejar huellas propias de mujer que sumen y sigan haciendo camino.

(...) Sin el voto libre de la gente este Parlamento sería un escenario de cartón piedra lleno de representantes de la nada o de títeres del poder ilegítimo, como tantas Cámaras lo fueron en la historia de España.

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Hace apenas diecisiete días cuatro millones y medio de andaluces y andaluzas acudieron a las urnas movidos por la esperanza, depositaron uno a uno su particular capital democrático, el tesoro de su soberanía individual. Acudieron a votar investidos con esa autoridad que les es propia y que solo nos prestan para el ejercicio práctico de su voluntad colectiva que de otra forma seria imposible materializar. (...)

Siempre he entendido que el papel de la oposición -en términos de calidad democrática- es más significativo si cabe que el papel del gobierno. Cualquier régimen político, cualquier sociedad tiene gobierno, oposición libre con estatus institucional... no.

Todavía hoy en el mundo, la oposición de muchos gobiernos no se sienta en banquillos como estos, sino en banquillos de acusados. La oposición de muchos regímenes pasados y presentes no ha terminado en una Cámara tan elegante como esta sino en la cámara de los horrores.

Reconozco por ello el papel noble y necesario de la oposición parlamentaria. El adecuado ejercicio de la oposición democrática es la verdadera garantía contra el abuso de poder, la opacidad y la corrupción.

Ningún buen gobierno debe temer a la transparencia y a la rendición de cuentas. Ningún mal gobierno puede burlar a una oposición eficaz. (...)

El legislativo no está de moda. Lo sé. Mucha gente no sabe bien que hacemos aquí. No les gusta ver los banquillos vacíos ni entienden las tribunas con oradores en irreverente soledad.

Muchas personas no terminan de distinguirnos del gobierno, pareciera que la división de poderes es un legado romántico y en desuso de la revolución francesa. (...)

No estamos aquí por ser los mejores, sino para hacer lo mejor. Nuestros cargos conllevan especiales obligaciones cívicas. No me resigno a que la política se limite a reflejar las virtudes y defectos de la sociedad a la que representa...

Creo que estamos aquí no para reflejar a la sociedad, ni siquiera para agradar a la sociedad sino para influir en su evolución y mejora.

Cuando la gente nos mira, no es verdad que le guste encontrar sus propios defectos. La crispación, los malos modos, la mentira, la soberbia, la intolerancia no son ajenas a la sociedad... pero debieran ser ajenas a este Parlamento si nos empeñáramos realmente en prestigiar la actividad política.

Cuando la gente nos mire, debería encontrar en nosotros un grupo humano dispar, plural, de opiniones divergentes e intereses contrapuestos... pero un grupo humano ejemplar desde el punto de vista de nuestros comportamientos, expresiones y formas políticas.

Cuando en 1.931 Maria Zambrano recorría emocionada pueblos y aldeas en aquellas misiones pedagógicas, simplemente con un burro y un diccionario de la lengua, era plenamente consciente del poder de las palabras que llevaba al pueblo.

Para ella, las palabras nos sumergen en el mundo, nos sitúan en el centro del desmenuzamiento de la vida para ofrecer y proponer nombres al destino humano.

Por ello seamos conscientes de que también la calidad democrática pasa por el buen uso de las expresiones y palabras en las que se materializan nuestras ideas y nuestro talante político.

En este Parlamento, centro de deliberaciones y contraste de proyectos, debemos esforzarnos en hacer pedagogía política, y espero y deseo que -de entre todas las palabras que incluye el diccionario-, sean las mejores, las más oportunas, las más respetuosas y las más rigurosas las que llenen las actas de esta VII Legislatura que comienza tan llena de grandes objetivos para Andalucía.

Yo, de entre todas las palabras quiero nombrar una que me es muy querida, aunque de poca tradición en el lenguaje político, y lo voy a hacer para que así conste hoy en el Diario de Sesiones de esta sesión constitutiva.

De entre muchas muy valiosas hoy quiero invocar la bondad.

La bondad no es cómoda ni fácil, casi siempre exige valentía cuando no sacrificio. La bondad exige altruismo, exige autodominio y conocimiento, atributos todos ellos imprescindibles para un buen político.

La bondad, como la justicia son construcciones humanas que nacen de la razón y personalmente no reconozco ningún otro signo de inteligencia superior a la bondad.

No hay poder que merezca respeto ni obediencia si no se pone al servicio del bien, es decir, si no se ejerce con bondad.

Deseo que la bondad prevalezca en esta Cámara, bondad en las ideas, bondad en las leyes, bondad en el ejercicio del poder...

Sé que muchos verán excesiva candidez en mis palabras, y otros pensaran que la política es y será siempre un juego duro de metas difusas en el que todo o casi todo vale, pero puedo asegurar que expreso este deseo no desde la ingenuidad sino desde la exigencia cívica, exigencia cívica que estuvo detrás de la abolición de los absolutismos.

Exigencia cívica que ha seguido impulsando a base de ideales la construcción del mismo Estado de Derecho, exigencia cívica que ha sustentado ya grandes debates y resoluciones de esta Cámara.

Por ultimo una ultima norma de conducta política que no podremos llevar al Reglamento, pero cuya practica desde ya, ruego encarecidamente.

Señoras y señores diputados prohibido dejar de soñar, los sueños tampoco son nuestros, son de la gente".

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