Dolor y rabia en Nápoles por Annalisa
Muere una joven de 14 años utilizada como escudo en un tiroteo de la Camorra
Annalisa Durante, de 14 años, charlaba delante de casa con una vecina, dos primas y el amigo de una de ellas. Una noche de sábado normal, con gente por la calle y con el padre gritando desde la ventana que eran ya las once y que la pizza se enfriaba. Pero la casa estaba en Forcella, el corazón del viejo Nápoles, fortín de la Camorra. Y el chico, de 19 años, era Salvatore Giuliano, sobrino del antiguo capo Luigino Giuliano y recién salido de prisión. Annalisa siempre había vivido en Forcella, el peor lugar, y con vecinos como Salvatore, la peor gente. Era una noche normal en el barrio. Siguió siéndolo cuando dos matones a bordo de una vespa dispararon contra el joven Giuliano: asuntos internos de la Camorra, cosas que ocurren con frecuencia. El detalle inusual radicó en que el muchacho utilizó el cuerpo de Annalisa como escudo mientras devolvía el fuego. A las 23.15, la niña cayó al suelo con un tiro en la nuca y el cerebro destrozado. Salvatore Giuliano escapó ileso.
Nadie acudió a comisaría para ofrecer información; pese a todo el horror, la ley del silencio seguía vigente
Los napolitanos estaban ayer sobrecogidos por la muerte de Annalisa. Dos centenares de policías controlaban cada esquina de Forcella y buscaban casa por casa a Salvatore y a sus agresores. La familia Durante clamaba venganza. Pero nadie acudió a comisaría para ofrecer información. Nadie sabía nada. Pese a todo el horror, la ley del silencio seguía vigente.
Salvatore Giuliano no era nadie, sólo un pequeño matón que acababa de cumplir unos meses de condena por un asunto de drogas. Los Giuliano, sin embargo, estaban malditos en Forcella. El jefe del clan, Luigino, que dominaba el barrio y gran parte de la ciudad en los años ochenta e invitaba a Diego Maradona a los bautizos familiares, había hecho lo peor que podía hacer un camorrista, "arrepentirse" y colaborar con la policía. Ahora está en un lugar secreto y protegido. Salvatore sabía que la nueva familia dominante, los Mazzarella, habían condenado a muerte a todos los varones Giuliano. Y, a diferencia de Annalisa y sus amigas, debió sospechar algo cuando vio que se acercaba una vespa y que los dos tipos sobre ella llevaban casco: en Nápoles, muy pocos lo usan.
Cuando desde la vespa partió el primer disparo, Salvatore sólo tenía a mano a Annalisa: la agarró de los cabellos y la atrajo hacia a sí, la usó como escudo y devolvió fuego. En poco más de un minuto se intercambiaron 15 disparos. Cuando los sicarios de la vespa partieron y se hizo el silencio, Salvatore se esfumó. En el suelo quedó el cuerpo de Annalisa, clínicamente muerta.Su familia donó su corazón para que sea transplantado hoy a un niño en Roma.
Los Durante eran gente pacífica. Nunca habían formado parte activa de las redes camorristas. Annalisa era popular en el barrio por su belleza. Incluso en Nápoles, donde los jóvenes mueren apuñalados por haber mirado a la chica de otro, por llevar un móvil demasiado bonito o por una bala perdida, lo del sábado fue excesivo. El dolor colectivo abrumaba a la ciudad.
Probablemente, muchos de los que lloraban a Annalisa eran camorristas, activos o pasivos. La Camorra es una de las mayores empresas italianas. Factura anualmente unos 16.000 millones de euros con el tráfico de droga, casi 5.000 millones con la extorsión y la usura, 800 con el tráfico de armas, 500 con la prostitución y apenas seis con los negocios "legales", según estimaciones del instituto Eurípides.
En Forcella no hay trabajo. La gente se dedica a fabricar los pesebres que se exhiben en Navidad por las calles del barrio, a traficar con artículos robados, a infligir pequeñas estafas a los turistas y poco más. Se vive del dinero que derrama la Camorra.
La alcaldesa de Nápoles, Rosa Russo Iervolino, viajó ayer a Roma para pedir al Gobierno más policías y más medios contra los clanes camorristas, aproximadamente una veintena. Pisanu prometió ayudar. Resultaba difícil, sin embargo, imaginar un cambio en Forcella mientras rigieran el desempleo y la ley del silencio.
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