La 'bestia' blanca
La agresividad de Kambala levanta al Madrid, pero irrita a sus rivales
Fuerte, muy fuerte; y, más que grande, enorme, Kaspars Kambala se expresa en inglés con una parsimonia inversamente proporcional a la velocidad a la que ha transcurrido su vida. El hablar pausado del baloncestista letón no es por desconocimiento del idioma, porque Kas, como le llaman sus compañeros del Madrid, cambió a los 16 años Riga, la capital de Letonia, por Estados Unidos. Ahora, con 25, declara su "amor" por la cultura de ese país, en el que piensa vivir cuando se canse de machacar los aros. De momento, los 206 centímetros y 120 kilos de puro músculo de Kambala sólo han necesitado 26 partidos en la Liga ACB para convertirse en el referente de un equipo que intenta superar la desastrosa temporada pasada.
Hasta el choque que enfrentó ayer al Madrid con el Unelco Tenerife, el letón promediaba 18 puntos y seis rebotes en 29 minutos. Se ha ganado a la afición blanca con una agresividad a veces excesiva si se atienden las quejas de los jugadores de Estudiantes, que le han acusado de ser "sucio" y demasiado aficionado a repartir palos al estilo del futbolista Pablo Alfaro, con quien le equiparó Loncar.
Parapetado en una modestia algo forzada, Kas no se esconde cuando enumera como principales virtudes de su juego la "intensidad, la fuerza y la velocidad" y deja escapar media sonrisa al murmurar: "No quiero decir que soy el mejor pívot de Europa, aunque los contrarios me hacen dobles y hasta triples marcajes. Parece que marco las diferencias, ¿no?".
El entrenador del Madrid, Julio César Lamas, le define como "un pívot con puntos en sus manos en el poste bajo" gracias a su facilidad para anotar "incluso cuando no tiene la posición ganada". El técnico argentino también apunta: "Todavía debe demostrar que marca las diferencias y mejorar en el rebote y en el juego sin balón".
Pero la cabeza rapada de Kambala siempre ha destacado sobre el resto. En Letonia anotaba 50 puntos por partido en los juveniles y decidió emigrar a Estados Unidos. Admirador confeso de otra bestia, como le empieza a llamar la afición madrileña, de las canchas, Charles Barkley, fue estrella colegial de Homestead y luego le reclutó la universidad de Nevada Las Vegas, en la que formó durante su primera temporada una pareja demoledora con el jugador NBA Keon Clark, "el compañero del que más he aprendido"; disfrutó durante la segunda de los mates de Shawn Marion, figura del Phoenix Suns, y, sobre todo, se casó con Jessica y adoptó a su primer hijo, Diandre, al que hace apenas dos meses le dieron un hermano, Angelo.
Sin demasiadas aficiones, -"me gusta ver deportes y viajar"-, Kas se considera "familiar y muy tranquilo" y recuerda con humor sus problemas en la universidad. Por un accidente en el que destrozó el coche del mánager del equipo, acaparó portadas: "Era la estrella y, como las reglas del baloncesto universitario son tan estúpidas que incluso no permiten que un compañero te invite a comer, los medios de comunicación se cebaron".
Además, se quedó fuera del draft por las dudas sobre su polivalencia y perdió a su representante, una empresa propiedad del productor, compositor y cantante Kenneth Babyface Edmonds.
En esas condiciones aterrizó en el Eurobasket de Turquía de 2001, donde impactó a todos y leyó con asombro que algún periodista decía que su apodo en la universidad era Míster Anabolizante. "En Nevada jamás me llamaron así. ¡Me pasaba el día en el gimnasio! Si hubiera tomado drogas, imagínese cómo estaría", dice riéndose.
El Campeonato de Europa le permitió quedarse en el Efes Pilsen, turco, y el pasado verano fichó por el Madrid por una temporada con opción a otra. "Antes de comprometerme por más tiempo, quería conocer la situación real del club, pero ahora puedo decir que es un equipo grande, muy profesional, que aspira a ganarlo todo", advierte.
Y es que, a pesar de mantener su residencia en Las Vegas, Kambala no sueña con jugar en la NBA: "Este año tuve la oportunidad de hacerlo, pero no quiero pasar los partidos en el banquillo. Yo quiero ser fundamental".
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