Magia contra tecnología

Ya saben, Jorge Drexler: nadie crea en España canciones tan musicalmente ambiciosas, tan intelectualmente estimulantes como las suyas. El uruguayo convoca a su cada vez más numerosa parroquia madrileña para presentar Eco, su reciente séptimo disco. Y toca prácticamente todo Eco. Lo cual presupone una alta complicidad con el respetable. Y plantea el problema de resolver en vivo los vaporosos ambientes de la grabación. A pesar de contar con excelentes músicos, todavía no se empasta la tímida masa sonora con su voz, siempre muy por encima.

Paradójicamente, la conexión con el personal ocurre en el segmento en solitario. Empieza con Milonga del moro judío, coplilla de Chicho Sánchez Ferlosio que Drexler alargó a reflexión sobre el conflicto de Palestina y que, tras el horror del 11-M, tiene una lectura más universal: "Yo soy un moro judío / que vive entre los cristianos; / no sé qué dios es el mío / ni cuáles son mis hermanos". En Causa y efecto y Horas no le cuesta nada hipnotizar a los espectadores y que chasqueen los dedos o le acompañen suavemente en los estribillos.

Aquellos tiempos evoca la vuelta de la democracia a Uruguay. Tamborero acoge un diálogo entre el scratch de Supervielle y la batería de Pedro Barceló. Don de fluir, la canción nueva que mejor recuerda al Drexler de hechuras cariocas, despierta sonrisas: "Los músicos no bailamos, ya habrás oído decir, / ¡gracias por insistir!".