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FONDO DE OJO
Columna
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500 millones

La multa que pretende imponer la Unión Europea a la empresa Microsoft no tiene parangón por estos lares. Quiere convertirse en el no va más, en la multa de las multas, en ejemplo para comerciantes y látigo para infractores, azote de herejes de la industria en estos tiempos en que la religión vuelve por sus fueros.

Así se muestra ante los asombrados ojos de los contribuyentes la sanción, cuya satisfacción ante las noticias que se le comunican al respecto crece en la misma medida que la cuantía. Las cantidades que satisfaga el reprendido -piensa- sustituirán a mis impuestos, y aquellos que se lucran de forma indebida por su posición de dominio en el mercado -como si de un perfecto monopolio se tratase- pagarán ahora sus desmanes y satisfarán a la comunidad lo que en justicia nunca debieron percibir.

Tales razonamientos parecen correctos, pero el mercado de las acciones parece que esconde algún misterio que enfría nuestro ánimo. Las acciones de Microsoft Corporation en los últimos días han seguido el ritmo del resto de los valores de su entono y aún en los dos últimos parece que repuntaban, a despecho de la inminente baja de los beneficios que se presume después de satisfecho el castigo. Lo mismo ha sucedido cuando las condenas por los métodos de control del mercado y posición de poder han sido cuestionados y castigados en U.S.A.; las acciones han subido y su principal propietario, Bill Gates se asoma, año tras año, a las portadas de Forbes como cabeza de los más ricos del planeta.

O están locos los inversores -planteamiento de difícil aceptación por nuestro espíritu, tratándose de quienes gobiernan el mundo- o la sanción que se les impone, aquí y allá, en poco interfiere los negocios de la Compañía, que a buen seguro sólo deberá aumentar unos céntimos o centavos el precio de sus fabricados para equilibrar la cuenta de resultados, por lo que a fin de cuentas la multa la paga el consumidor, que en la necesidad ineludible de comprar los productos que crea el sancionado, paga lo que se le solicita y calla.

Para nada ha servido la sanción y mejor hubiera sido imponer, con exigencia firme y bajo amenaza de suspensión de las actividades, una modificación en la conducta empresarial del juzgado, que permita el libre juego de la competencia y el ajuste de precios que debe producir el mercado libre. Lo propuesto, quede como satisfacción moral y regocijo de los lectores de periódicos y videntes de telediarios, ya que la bolsa de comercio indica que no se han cumplido los objetivos. Y es que, quinientos millones son nada.

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