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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hacia el infinito

A finales de los años sesenta José María Yturralde (Cuenca, 1942) comenzó haciendo una pintura abstracta de corte geométrico que se aproximaba a algunos planteamientos del llamado Op-art y que hoy calificaríamos de minimalistas, desarrollando en los años setenta una serie de figuras de geometría imposible y de estructuras ligeras que podían volar como cometas. En cualquier caso, las ideas de color limpio, geometría exacta y efecto de movimiento caracterizan la totalidad de su obra plástica con independencia del calificativo que empleemos para definirla. Desde hace unos diez años, siguiendo una lógica restrictiva, ha prescindido de los bordes y de las líneas de la geometría no quedando ahora de ella más que los propios límites cuadrados del lienzo. Por contraposición, la atención en sus pinturas se ha centrado en el color y, más concretamente, en las levísimas gradaciones cromáticas que convierten al plano del cuadro en un espacio sin límites.

JOSÉ MARÍA YTURRALDE

Galería Rayuela

Claudio Coello, 19. Madrid

Hasta el 7 de abril

Efectivamente, la sensación que provocan sus obras es la de pretender la superación de los límites, la de una búsqueda de la expresión del infinito, por eso estos lienzos se pueden calificar de imágenes de lo sublime, pero no en el sentido que Edmund Burke daba a lo sublime en 1757, relacionando esta categoría estética con las ideas de temor, oscuridad, poder, privación, angustia y tormento, sino unido a las de vastedad e infinitud, así como a los efectos producidos por la luz, el color y el sonido en sus grados máximos.

Yturralde se sirve de unos colores expansivos y transparentes que ocupan la totalidad del lienzo hasta convertirlo en un espacio cromático del que parece que emana una luz interior. Con una depurada técnica que permite desplegar sutiles gradaciones de color que se precipitan hacia los límites del cuadro consigue el artista un efecto de liberación o, más bien, de enajenación de la realidad, como si mirando un cuadro nos asomáramos al interior del vacío. Lo que allí se ve no es más que una quietud en vibración.

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