Dolor y dignidad
De vuelta a Londres, he podido reflexionar sobre los acontecimientos del pasado 11 de marzo que tuve el privilegio de presenciar durante una breve estancia en Madrid. Y digo "privilegio" porque, más allá de la tremenda sacudida que supuso para España el ataque calamitoso de los terroristas, lo más memorable para mí de aquel evento infame fue la nobleza de espíritu del pueblo madrileño, junto al que desfilaba hacia la estación de Atocha la tarde del día siguiente, y sobre todo la dignidad con la que llevaba su dolor y su indignación.
Puedo afirmar que jamás me he sentido tan honrado de haber pasado 20 años de mi vida en Madrid, ciudad heroica.
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