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MEDICINA DE URGENCIAS

La mayoría de las roturas de tímpano por explosión se recuperan por sí solas

Un gran número de los pacientes atendidos en los servicios de urgencias el pasado 11-M en Madrid sufría trauma acústico (sensación de no oír acompañada de dolor de oídos), perforación de la membrana timpánica o ambos trastornos a la vez. La mayor parte las roturas de tímpano se recuperan espontáneamente; otras precisan tratamiento quirúrgico. La proximidad a la carga explosiva y las características de la exposición a la explosión determinan el grado de lesión, que también puede afectar al oído interno.

"Es muy frecuente que tras la explosión de un artefacto se produzca la rotura de la membrana timpánica. En ese momento, la persona sufre un dolor muy intenso y tiene la sensación de que oye menos. En las horas y días siguientes se mantiene el dolor y aparecen ruidos o pitidos", indica David Sánchez, médico residente del servicio de Otorrinolaringología del hospital Doce de Octubre de Madrid, que atendió a los heridos el día del atentado.

Los afectados deben vigilar que no les entre en los oídos ni agua ni objetos extraños

La membrana timpánica, la que separa el oído externo del oído medio, tiene una doble función: una, la de proteger el oído medio de las sustancias del exterior, y otra, relacionada directamente con la audición, en la que recoge las vibraciones sonoras, las amplifica y las envía a través de las cadenas de huesecillos al oído interno. Por estas razones, las personas que sufren rotura timpánica están más expuestas a infecciones y sufren pérdida de capacidad auditiva.

Ante una gran explosión o exposición a ruidos intensos, la pérdida de audición en ambos oídos puede ser simétrica o asimétrica. La gravedad, tanto de un oído como del otro, depende de la proximidad de la explosión y de las características de la exposición en ese determinado momento. Cuanto más alejado y más protegido, menos lesiones. El oído dirigido hacia la explosión estará más dañado que el que no lo está, porque en el que no está enfocado la cabeza actúa como pantalla de protección. El daño aumentará si la explosión ocurre en un lugar cerrado, ya que la onda expansiva rebota y daña el otro oído.

"En este tipo de situaciones, la membrana timpánica puede sufrir lesiones de todo tipo, desde aquellas que comprenden la pérdida definitiva del tímpano a las que sólo producen una pérdida parcial. En un porcentaje muy alto de los casos, las roturas de las membranas timpánicas se resuelven por sí solas de forma espontánea durante las semanas siguientes a la explosión. En este periodo el afectado debe tener mucho cuidado de que no le entre agua en el oído ni ningún otro objeto extraño, y se le administran antibióticos para prevenir cualquier infección. Aproximadamente un mes más tarde se debe acudir al médico para que evalúe la recuperación", indica Manuel Manrique, otorrinolaringólogo de la Clínica Universitaria de Navarra.

Según explica este especialista, cuando la membrana timpánica no se recupera se producen lesiones de dos niveles de gravedad: uno que sólo afecta a la membrana y otro que afecta a la membrana y a la cadena de huesecillos (martillo, yunque y estribo), situada en el oído medio. "En el primero, se requiere una operación sencilla, en la que en casi el 97% de los casos el tímpano se repara y no deja secuelas. En el segundo, la explosión hace que se creen zonas de desaparición de la continuidad del sonido, que no se reparan espontáneamente y que también precisan cirugía. El índice de éxito en estas operaciones oscila entre el 70% y 80%", dice.

Además de la membrana timpánica, las explosiones pueden afectar al oído interno, en el que aparecen lesiones generalmente irreparables. En estos casos, se opta por tratamientos audioprotésicos (audífonos o implantes) en los que no se repara la lesión íntegramente, pero sí se palian sus efectos de una forma bastante eficaz.

Una explosión puede generar una pérdida de audición leve (déficit de entre 21 y 41 decibelios), moderada (entre 41 y 70), severa (de 71 a 90) o profundas (mayor de 90). Una persona que tenga una pérdida mayor de 50 decibelios tiene un grado de disfunción que le afecta en la vida diaria. La otoscopia permite distinguir si hay daño en el tímpano o en la cadena de huesecillos, y la audiometría revela si hay pérdida auditiva.

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