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Columna
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Renovación

A juzgar por lo que las encuestas reflejaban unos días antes y lo que luego dijeron las urnas, tengo la impresión de que las elecciones españolas del domingo antepasado fueron una manifestación más moral que política, más pragmática que ideológica. Buen fin para quien mal anda. A este resultado contribuyó sin duda el voto masivo y ponderado de la gente joven, que en esta ocasión se incorporaba a las filas de la democracia activa, según parece, con la resignada y poco estimulante práctica del voto útil. Según creo percibir, los grandes bloques que dominan la política no van con ellos, pero no son ingenuos y saben que votar a los partidos pequeños, incluso alternativos, que podrían representar sus intereses y recoger sus inquietudes, equivaldría a desperdiciar la ocasión de intervenir en la marcha del país; una marcha caracterizada por la inercia, la presión de los factores externos y la compleja mecánica interna de los grandes partidos. Tan grandes que cada uno de ellos constituye un verdadero microcosmos, donde todas las tendencias encuentran acomodo. Con estas formaciones de otra época se pueden identificar a lo sumo por lo que tienen de anecdótico y superficial, del mismo modo que el espectador no especializado en paleontología sólo se identifica con los dinosaurios del parque jurásico por sus rugidos, por sus ojitos de pillo o por la enormidad de sus deposiciones. El utilitarismo en que redunda esta actitud puede ser loable, pero no es bueno a largo plazo. Es cierto que toda renovación lleva tiempo y que antes de hacerse efectiva ha de pasar por un periodo de tentativas y fracasos, pero si una renovación similar no se hubiera acometido anteriormente, aún estaríamos repartiendo nuestros votos entre el partido conservador de Canovas del Castillo y la Agrupación Liberal Fusionista de don Práxedes Mateo Sagasta. A la inversa: hace unas décadas los verdes eran un grupo bienintencionado que preconizaba el uso terapéutico de la bicicleta y el porro; hoy son una pieza clave en la política alemana. Lo ocurrido en España es, al menos para mí, motivo de júbilo, pero temo que votamos mirando hacia atrás más que hacia delante. En el futuro, que cada cual vote de acuerdo con sus ideas, y luego que pacten ellos.

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