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MATANZA EN MADRID | Las víctimas

ELENA PLES / Cada día, una palabrita más

Elena Ples, rumana empleada del hogar, cumplió 33 años el pasado 4 de marzo.

Vino a España en enero de 2003 dejando atrás una preciosa casa de campo cerca de Calan, provincia de Hunedoara, en Transilvania. El sueño de su vida fue ganar dinero para rehabilitar y ampliar aquella cabaña en el monte Cioclovina, en los Cárpatos de Rumania. En las fotos de su familia, el paisaje siempre es verde y brillante, con luz de septiembre.

Trabajaba en el servicio doméstico de una casa de Majadahonda a la que llegó para sustituir a la mujer de su primo Daniel, cuando ésta se quedó embarazada. Allí se partían de risa con ella, cuenta Daniel, "porque siempre estaba preguntando por el nombre de cualquier cosa". Elena "tenía mucho interés por aprender, cada día aprendía algo nuevo y volvía diciendo 'ya sé una palabrita más". Aquel juego daba lugar a buenas anécdotas, como cuando Elena terminó de limpiar unos cojines y, para demostrar lo bien que se le empezaba a dar el español, dijo: "Señora, ya he terminado los cojones".

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Venía de una familia muy numerosa. En Madrid viven sus hermanos David, Marius e Ioan. El resto de los ocho hermanos residen entre Irlanda y Alemania. Los suyos la recuerdan como una mujer fuerte, capaz de cualquier esfuerzo. En Rumania, con 17 años, empuñaba la hoz sin problemas para cortar la hierba. Después, su primer trabajo fue como mecánica en una fundición.

Su marido, Ionel, quería volver a Rumania para abrir un taller de cristalería en la casa familiar de Calan. A Elena le gustaba curiosear tiendas, pero no compraba nada para que Ionel pudiera ahorrar para ese proyecto. Su marido ha decidido arreglar la casa de la montaña Cioclovina como a ella le habría gustado. "Estaba entusiasmada con esa casa", afirma Daniel. Junto a la cabaña, Ionel quiere ahora construir un pequeño monumento para recordar a Elena.

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