Los valientes

Bien está que en el seno del PP comience a abrirse paso el debate interno ante los resultados obtenidos en las elecciones. La severa derrota sufrida no puede tener como explicación la de atribuirla, sin más, a las consecuencias de los atentados del 11-M. Tal y como se ha comprobado con el recuento del voto por correo y como apuntaban, casi por unanimidad, todas las encuestas, los socialistas estaban abocados a la mayoría absoluta en Andalucía y, por contra, el PP, al fracaso más estrepitoso. Es necesario que se analice con detalle lo ocurrido si es que se quiere corregir el rumbo. Sólo después de un proceso real de autocrítica y reflexión puede salir la solución a tanto desarreglo, diseñando nuevas políticas y buscando a otros dirigentes más capaces que se hagan cargo de la dura etapa que tienen ante si los populares.

Pero lo que no vale es culpar del desastre a la candidata Teófila Martínez. Si bien como presidenta regional del partido deben recaer sobre ella las mayores responsabilidades, lo cierto es que nunca ha sido su cometido dirigir el PP andaluz y sí, en cambio, soportar todo el peso de la siempre desagradable labor de desgaste de los socialistas. Bastante tenía con eso y con no descuidar su flanco como alcaldesa de Cádiz, simultaneidad de cargos que ahora algunos le achacan como una de las razones del retroceso cosechado. Olvidan que ésa misma condición les servía a muchos para presumir de contar con "la alcaldesa más votada de España".

Por lo visto hasta ahora, los rectores del PP parece que han optado por el camino fácil: situar en el centro de sus lamentos a Martínez. En ella han encontrado la explicación de lo sucedido. Aunque aseguran, de forma oficial, cerrar filas en torno a ella, caen en la cuenta de que no era la candidata idónea, que iba por ahí como "pollo sin cabeza" y que nunca se creyó que podía aspirar, en serio, a ser la presidenta de los andaluces. Lo más grave no eso, sino el afán de los principales actores de esta película por escurrir el bulto y, sobre todo, no atreverse a señalar al que, sin duda, es el verdadero autor de la catástrofe: el vicepresidente segundo en funciones y ex secretario general del PP, Javier Arenas.

Dicen que le van a encomendar la difícil tarea de la reconstrucción del partido, esfuerzo suplementario que reclama Mariano Rajoy en Andalucía. De confirmarse esta hipótesis estaríamos ante la consumación de un nuevo error: poner al pirómano de bombero. Miembros del gobierno Aznar, extrañados por la falta de sintonía que se han encontrado siempre en Andalucía, expresaban, eso sí, con la boca chica, su desacuerdo con la política que se seguía desde Madrid con respecto a esta tierra. Todo pasaba por las manos de Arenas cuando de Andalucía se trataba. Y lo hacía para cerrar el grifo, cuanto más mejor. De esta manera pretendía poner en un aprieto a la Junta. Asfixiarla. Atarla de pies y manos para llevar a los socialistas al precipicio. El problema es que ha sucedido, prácticamente, lo contrario. Y lo malo es que dejaba a los suyos aquí, a los pies de los caballos, sin un mínimo proyecto o logro de gestión que llevarse a la boca y poder vender al electorado. Martínez, para tratar de salir airosa en los difíciles trances en los que se le situaban, ha tenido que hacer auténticos malabarismos. El resultado es que no habido discurso propio, entre otras cosas, porque no se supo en el PP andaluz rebelarse ante el atropello que cometían los suyos en la Moncloa.

Sorprende observar ahora a tanto dirigente popular y, sobre todo, a tanto fino analista, valiente como el que más, tratando de hacer leña del árbol caído, cuando antes callaron a pesar del dislate permanente. Prefieren no señalar al verdadero núcleo del problema.

Son otras las cuitas que afectan a los socialistas. Esta semana se celebra la reunión de la ejecutiva regional del PSOE para designar al portavoz y presidente del grupo parlamentario. Todo son conjeturas. Se habla incluso de batalla sorda entre José Caballos y María del Mar Moreno. Dice ésta última que la legislatura que ahora se inicia ha de servir para darle prestigio a la mayoría absoluta de la que van a disfrutar los socialistas. Pues deben empezar, precisamente, por resolver esta asignatura de los nombramientos de la forma más ejemplar posible.