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La derecha de Chirac se juega su futuro en las regionales de hoy

Los socialistas confían en el 'efecto Zapatero' mientras la ultraderecha aspira a consolidarse

"Hagan como los españoles: digan ¡Basta ya!". Un tanto desviado respecto a su intencionalidad original, éste ha sido el llamamiento final de los socialistas franceses para castigar a la derecha de Jacques Chirac en las elecciones regionales que comienzan hoy, cuya final se jugará el domingo 28. La izquierda ha visto un rayo de esperanza en el contundente desalojo del equipo de José María Aznar, mientras la ultraderecha aprovecha los atentados de Madrid para excitar un clima de miedo, favorable a sus intereses.

El mayor problema es la apatía del electorado. Aproximadamente la mitad de los 42 millones de personas llamadas a las urnas no se ha decidido a votar, según los sondeos, con lo cual la abstención puede ser mayor que en las precedentes elecciones regionales (42%) celebradas hace seis años. Algunos observadores restan importancia a esta democracia que se vacía de electores, dadas las pocas competencias de los 22 consejos regionales en juego.

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Estos comicios confirmarán al Partido Socialista como principal fuerza de la izquierda, pero "también pondrán al desnudo la necesidad urgente de que clarifique su proyecto", según el politólogo Marc Lazar. Aliado con Los Verdes, pero separado del Partido Comunista en muchas regiones, el Partido Socialista saldrá reforzado sólo si se convierte en el depositario de "votos útiles" contra el poder. Para impedírselo, los dos grupos trotskistas han unido sus candidaturas, para intentar recoger el clima de descontento.

Impotente para contener la degradación del clima económico, el primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, se ha visto asaeteado en la campaña por diversos colectivos: los investigadores, que protestan contra la falta de recursos públicos; los médicos, que reclaman aumentos de tarifas; los estanqueros, revueltos contra el alza del precio del tabaco, y los hosteleros, a los que a última hora se ha prometido liberarles de cargas sociales.

Procedente del pequeño Partido Liberal, Raffarin no ha convencido a la derecha gaullista de las bondades de recortar el tamaño del Estado, mientras la mezcla de los primeros recortes sociales y de globos sonda sobre privatización de empresas estatales le han valido un alud de críticas.

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La Unión por un Movimiento Popular (UMP), principal instrumento político de Chirac, se encuentra en el 16% de intención de voto, según el último sondeo. Ahora concurre en solitario, víctima de la voluntad del líder centrista, François Bayrou, de experimentar candidaturas por su cuenta en la primera vuelta. Frente a ellos, los votantes del Frente Nacional, el partido de Jean-Marie Le Pen, se muestran muy movilizados. Un ascenso de la ultraderecha (15% en 1998) pondría en dificultades al ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, a quien sus rivales no dejarían de reprochar la ineficacia de su firmeza contra la delincuencia.

Limitadas competencias

Las regiones se ocupan en Francia de las instituciones de educación superior, la formación profesional, ciertas ayudas sociales o el desarrollo de los transportes. No tienen poderes comparables a las autonomías españolas. Actualmente hay 13 regiones controladas por la derecha, una en manos de la centrista UDF y ocho dirigidas por los socialistas, entre ellas la de París y la de la Costa Azul, que son los grandes objetivos de la UMP. Esta noche no se sabrá cuántas regiones cambiarán de signo, porque eso dependerá de las alianzas que se configuren para el domingo próximo, día de la segunda vuelta; pero se habrá medido la temperatura política de Francia casi dos años después de que Chirac obtuviera aquel aplastante 82% en las elecciones presidenciales. Y por tanto, se tendrá la prueba de si tiene permiso para continuar las reformas esbozadas (Seguridad Social, privatizaciones) o si ha de replanteárselo.

Un dato a favor de Chirac es el relativo consenso nacional de que goza la política exterior. Por el contrario, el clima interno está muy enrarecido.

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