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Reportaje:MATANZA EN MADRID | La progresiva vuelta a la normalidad

Madrid seca sus lágrimas

La capital empieza a recuperar lentamente su pulso vital tras la conmoción provocada por los atentados del 11-M

Las cajas están a tope. Decenas de personas, sobre todo jóvenes, deambulan por la primera planta del edificio Fnac, en la madrileña plaza de Callao. Han pasado diez días desde los atentados del 11-M y Carlos, uno de los empleados, se atreve a señalar que la normalidad es total. "Parece increíble, pero así es. Sólo se notó un bajón el mismo jueves y el viernes. La vida continúa y así tiene que ser", dice filosófico. La Fnac es un nombre emblemático en el mercado de libros y audiovisual madrileño, un centro por el que pasan a diario centenares de personas. En este edificio se palpa el pulso consumista de la ciudad, que, a juzgar por lo visto muy pocos días después del peor atentado ocurrido hasta ahora en Europa, sigue siendo firme y saludable. Un observador extranjero podría haber sacado la misma conclusión después de pasear un rato por las dos calles peatonales que desembocan en la Puerta del Sol: Carmen y Preciados.

"El luto colectivo, como el individual, viene a durar un año", dice Pedro Rodríguez
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Un mimo se mantiene en el aire, imitando a la perfección a un hombre sorprendido por un gigantesco vendaval, y a su alrededor circulan como siempre miles de personas, con aspecto de normales ciudadanos disfrutando de una tarde de compras. Los grandes comercios de la ciudad no parecen acusar tampoco el golpe. "Nosotros lo hemos notado mucho", corrige la dependienta de unos grandes almacenes. "Lo que pasa es que los jóvenes a lo mejor combaten la angustia de otra manera. Pero cada uno lleva su pena". Por la megafonía del centro se anuncia la Semana Fantástica, pero la fantasía no es capaz de evocar cosas agradables.

La misma Puerta del Sol, aparentemente bulliciosa como siempre, ha sufrido profundos cambios. No hay ningún transeúnte que pase de largo ante el memorial improvisado en la fachada del edificio del Gobierno de la Comunidad. Los ánimos están aún bajos. Jesús Cimarro, vicepresidente de la Asociación de Productores de Teatro, ha detectado considerables huecos en los patios de butacas. "Según los espectáculos, la cosa ha bajado entre un 30% y un 50%. Yo llevo dos teatros, y hasta el 11-M el éxito de público era enorme, teníamos carteles de 'No hay entradas', pero el fin de semana pasado tuvimos la mitad de público, y el miércoles, día del espectador, un 33% menos".

Cimarro, optimista por naturaleza, cree que es precipitado interpretar estos datos como el inicio de una crisis. "Hay que esperar un poco. Es pronto para decirlo. El año pasado, cuando estalló la guerra de Irak, bajamos muchísimo también". Pero sobre el teatro, el cine y los lugares de concentración de masas planea estos días el miedo. El dispositivo terrorista que ha puesto en marcha el Ministerio del Interior se dirige especialmente a los espacios donde se concentran multitudes, objetivos prioritarios de un terrorismo ciego que actúa con la impunidad total de quien no tiene que dar cuentas a nadie.

Mariano Góngora, vicepresidente de la Sociedad de Empresarios de Cines de España, coincide en el balance más bien desolador de la semana. "La gente está desmoralizada y eso se ha notado en la taquilla. Marzo es un mes excepcionalmente bueno por el efecto de los Oscar, y sin embargo, la semana pasada disminuyeron un 60% los ingresos en comparación con el mismo periodo de 2003". Góngora cree que lo que estamos palpando es el "efecto doble del atentado terrorista y del cambio de Gobierno, que significa un cambio en política exterior e interior del país, en 48 horas. Si a eso se añaden declaraciones que se han hecho hablando de un eventual golpe de Estado, pues es comprensible que la gente esté asustada y desmoralizada".

Otro de los sectores que tiembla estos días es el del turismo. Todo el mundo recuerda los efectos devastadores del 11-S en esta industria estrechamente ligada al transporte aéreo. Pero en esta ocasión los operadores turísticos parecen cautos. Desde la Feria Internacional del Turismo que se ha celebrado en Berlín no han llegado señales especialmente negativas, aunque los operadores franceses recuerdan que habrá que esperar al mes de junio, cuando se hacen las reservas de plazas para el verano.

No está en juego sólo el turismo madrileño porque toda España ha quedado marcada por lo ocurrido. En todo el país, los atentados han puesto de luto la vida política y social y han alterado -aunque ligeramente- la agenda deportiva. Contra viento y marea la Liga se mantuvo, aunque los directivos del Real Zaragoza tuvieron la cordura de posponer hasta el comienzo de la nueva temporada la tradicional ofrenda a la Virgen del Pilar de la recién conquistada Copa del Rey. La solidaridad ha sido grande, pero sólo Madrid ha quedado profundamente marcada por el 11-M. La huella del horror permanece en las tres estaciones de tren donde explotaron las bombas, en el recinto de Ifema donde los cadáveres de las víctimas aguardaron su turno para ser identificados y hasta en la catedral de la Almudena -donde se celebró el funeral por los 202 muertos-, asociada para siempre a la tragedia. Poco a poco, el miedo que se palpaba en los transportes públicos, en los comercios y en la calle ha ido cediendo. Aunque algunas cadenas de tiendas han aumentado las dotaciones de seguridad. "Tenemos un tercer guardia de retén", reconoce un vigilante privado de la empresa Nordes, que presta servicios en una tienda del centro. Pero Virginia, una de las dependientas, no acaba de encontrar ninguna relación entre el flujo inferior de clientes y el 11-M, aunque una cosa le parece cierta: "La gente tiene miedo a coger los transportes públicos, sobre todo el tren de cercanías. Y lo veo yo que vivo en Vallecas". No es esa la percepción de Renfe, que ya el pasado jueves hablaba de un tráfico absolutamente normal en las horas punta, aunque otros cálculos hablan de un descenso del 10% de viajeros.

La vida cotidiana se recupera lentamente gracias a la buena encarnadura de esta ciudad, curtida en tragedias terroristas. Pero el proceso llevará un tiempo, por la enormidad del impacto. Desde los bares de copas a los negocios de administración de lotería, desde la Feria del Ocio hasta los actos culturales, todos los sectores han sentido el zarpazo del 11-M. "Se ha notado mucho en el negocio editorial", reconoce un directivo de una importante empresa del sector. "No hay espacio en los medios de comunicación para informar de nuevos títulos y la gente no tiene ganas de leer, salvo las noticias de lo ocurrido. Incluso los libros que estaban funcionando bien en las librerías se han desplomado". La ciudad está de luto, pero, ¿hasta cuándo? "Es difícil saberlo", dice Pedro Rodríguez, miembro de la Junta Directiva del Colegio de Psicólogos de Madrid. "El luto colectivo se parece un poco al individual. Mientras duran los ritos, el velatorio, el entierro, el funeral, la memoria de lo vivido sigue intacta". Y en Madrid estos ritos no han terminado porque está previsto aún un funeral de Estado por las víctimas. "Luego", añade Rodríguez, "el recuerdo se mantiene muy vivo yo diría que al menos un año, que es el plazo de tiempo que cubre toda una serie de festividades". Pero poco a poco las heridas se van cerrando. El secreto está en apurar hasta el final el cáliz de abatimiento y de dolor, para poder después entregarse a la vida totalmente. "Este fin de semana va a tener un efecto liberador enorme en los madrileños", añade el psicólogo. "Esta escapada nos ayudará bastante a salir adelante. Estoy seguro de que el lunes afrontaremos la vida con nuevos ánimos".

Aspecto de la calle Preciados de Madrid, ayer por la mañana.
Aspecto de la calle Preciados de Madrid, ayer por la mañana.BERNARDO PÉREZ

Psicología de supervivencia

Madrid se hundió el 11-M en una sima profunda. La capital de la movida, se apagó por completo ese día, y el colapso total se prolongó hasta el domingo siguiente. Se anularon estrenos de teatro, conferencias, debates, se suspendieron las sesiones de cines y los espectáculos programados. Los principales museos (El Prado, Thyssen, Reina Sofía) cerraron en señal de duelo, y en los balcones de edificios oficiales y domicilios privados aparecieron banderas con crespones o lazos negros. Los restaurantes se quedaron vacíos y la gente normal suspendió hasta las celebraciones íntimas, incapaz de apartar el pensamiento de lo ocurrido. "Esa noche sólo hubo un concierto en la capital, el del grupo británico Belle and Sebastián", dice un portavoz de la Sociedad General de Autores. "Hacen música pop de cámara, y prefirieron mantener el concierto y dedicárselo a las víctimas. Hubo un minuto de silencio, y el cantante, que habla castellano, intervino varias veces para expresar su condena. Fue muy emotivo".

Durante todo el día un extraño torpor se apoderó del centro: las bocas del metro dejaron de vomitar viajeros y el tráfico desapareció casi por completo. La reacción de los ciudadanos no pudo ser más unánime: un sentimiento de desmoralización total por lo ocurrido. Hasta el punto de que las autoridades sanitarias han decidido adoptar medidas para afrontar los problemas psicológicos de los madrileños. Estos días se han editado o publicado en páginas web hasta tres guías para afrontar los problemas de estrés y los ataques de angustia derivados del cataclismo del 11-M, porque los efectos de los atentados se proyectan más allá del círculo familiar de víctimas y supervivientes. En este caso, una cifra de por sí espectacular. Con 202 muertos, unos 1.500 heridos y varios miles de supervivientes que se vieron involucrados en los sucesos, es normal que, como declaraba el jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, Alfonso Chinchilla, puedan desarrollarse en la población trastornos como "el estrés, estados de ansiedad o pánico y fobias de evitación de lugares concurridos".

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