Saudade
Horas antes del cataclismo que quebró España el 11-M venía de Portugal y pasé por el aeropuerto de Madrid. En la primera página del semanario luso Expresso varias noticias relacionadas con España. Una destacada: Iberia es ya una realidad. La Unión Ibérica de Unamuno y Maragall, comienza a convertirse en realidad, no sólo por la proximidad geográfica sino, sobre todo, porque un 40 por cien de lo que importa Portugal proviene de España y al mismo tiempo, el 30 por cien de lo que exporta tiene su destino en territorio español. Entre 2001 y 2003 las importaciones españolas han crecido un 10 por cien.
Entre las autonomías españolas, Cataluña destaca como la zona de España, con un 10 por cien del total de las importaciones portuguesas, por encima de Italia (4%) y Reino Unido (5%). Entre lo que va a Portugal desde Cataluña destacan productos con alto valor añadido como los procedentes del sector químico, la electrónica y los componentes para automóviles. Los portugueses que reconocen ser hispanodependientes tienen la sensación de que cada vez son más ibéricos. Junto a los catalanes, Galicia, Madrid, Andalucía, Extremadura y Castilla-León constituyen el frente más avanzado en los mercados portugueses. En sentido inverso los principales sectores exportadores de Portugal son el automóvil, maquinaria y aparatos eléctricos, confección, calzado y textil. Los portugueses son los novenos proveedores de España detrás de Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, Holanda, China y Bélgica.
Para los portugueses España es una realidad económica dominante. Y los españoles hemos vivido unos resultados electorales en los comicios del 14 de marzo, en los que se ha reforzado el posicionamiento territorial de la pluralidad autonómica. País Vasco, Cataluña, Andalucía, y en menor medida, Galicia, Navarra, Canarias y Aragón, han reafirmado su identidad propia desde la representación política rotunda, como en Cataluña, y en otras más discreta. Quizá el aspecto más significativo de este fenómeno geoestratégico es que van a ser decisivos para la gobernabilidad del Estado. Van a tener la oportunidad de dejar su impronta, al tiempo que podrán defender sus intereses privativos al margen de las fuerzas políticas que predominan en la responsabilidad de gobierno en España.
Hay un sentimiento que los franceses conocen como caffard y los portugueses llaman saudade que es una especie de morriña, a modo de mezcla entre nostalgia y añoranza por el pasado. No está mal que las señas de identidad de las nacionalidades y regiones se mantengan y se hagan respetar como rasgos diferenciadores. En la lírica portuguesa Saudade se reconoce como una reverencia mística a la naturaleza y un triste sentido de soledad. Los portugueses están preocupados por su trayectoria y tienen serias inquietudes por sus índices de productividad y de déficit público. Saben que pertenecer a la Unión Europea condiciona y obliga. Su vecino español, más allá de las reticencias y rivalidades, les ofrece oportunidades evidentes de complementariedad. En estos tiempos de tribulación cualquier esperanza sirve y la Comunidad Valenciana sigue permaneciendo inexplicablemente ausente de algunos escenarios decisivos en los que deberíamos tener algo que decir. Individualidades aparte.
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