El Consell pone en cuarentena el proyecto de la Ruta Azul de Zaplana
El ambicioso plan pretendía urbanizar el litoral norte de Valencia
El Consell ha decidido poner en cuarentena el proyecto territorial que figuraba en los compromisos electorales del PP para desplazar el trazado de la autopista, urbanizar el litoral del norte de Valencia y trasladar el aeropuerto de Manises y el Puerto de Valencia a Sagunto. Se trata de un proyecto emblemático proyectado en 2001 a instancias del entonces presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, que pretendía con su realización dar un contenido simbólico a la legislatura 2003-2007, en la que entonces no se descartaba su continuidad al frente de la Generalitat.
Aunque estaba contemplado entre los compromisos electorales que asumió Francisco Camps como candidato a la presidencia de la Generalitat, el proyecto Ruta Azul ha entrado en vía muerta. En la agenda del Consell su realización ha dejado de ser prioritaria. El Gobierno está más interesado en estos momentos en la idea de preservar la huerta de actuaciones que pudieran tener un gran impacto urbanístico, si bien de momento no dispone de un plan específico para este entorno en proceso de urbanización acelerada.
Diseñado por el equipo de Taller de Ideas bajo la dirección del urbanista Alfonso Vegara, este ambicioso proyecto con título de libro de Joan de Sagarra, tenía tres ejes fundamentales. El primero consistía en desplazar hacia el interior la autopista A-7, que entre Valencia y Puçol transcurre junto al mar, con el objetivo de liberar el litoral y darle un aprovechamiento turístico mediante su urbanización. Las playas urbanas son las más valoradas por el mercado turístico, y Valencia, disponiendo de varios kilómetros de ellas, debía de recuperarlas si quería hacerse un hueco en la demanda, ayudándose asimismo del Puerto de Valencia, al que el proyecto convertía en dársena obligada para los yates y los cruceros. Este posible aumento en el flujo turístico debía servir para llenar los contenedores de ocio levantados en en entorno de la Ciudad de la Ciencias, sobre todo el Palacio de las Artes, que sólo con un caudal constante de público puede justificar su rentabilidad y calidad de contenidos.
Para liberar el puerto, y éste era el siguiente eje, había que llevar el tráfico de mercancías hasta el puerto de Sagunto, en un entorno industrial que podía albergar también la Zona de Actividades Logísticas proyectada para La Punta, con lo que se rescataba el sur de Valencia para otros usos más encajables con el parque natural de L'Albufera y, además, se resolvía el problema del acceso norte, que es por donde le vienen la mayoría de tráficos al puerto. Asimismo, el proyecto preveía la ordenación del litoral del sur de la ciudad hasta Cullera, con un impacto urbanístico blando al tratarse de un espacio vinculado al parque natural. En ese sentido, para hacer más disfrutable el entorno, Ruta Azul preveía el acondicionamiento de un paseo litoral para peatones y ciclistas.
El tercer eje consistía en aproximar el aeropuerto de Manises al puerto, a semejanza de El Prat en Barcelona, para ganar en operatividad y conectividad intermodal. La zona del Marjal dels Moros se presentaba como la más indicada para la nueva pista de aterrizaje. Teniendo en cuenta que el 70% de los tráficos del aeropuerto son de Madrid o escalas hacia Baleares, y que desde el momento en que Valencia quedara conectada con la capital de España a través del AVE el aeropuerto reduciría su sentido hacia los vuelos chárter y las mercancías, su traslado a las inmediaciones de Sagunto lo aproximaba a la zona cerámica y turística de Castellón y simplificaba los transportes. A los laterales del corredor de conexión entre Valencia y Sagunto se le reservaba el papel de escaparate empresarial para ubicar las sedes de las grandes firmas, concentrando al máximo la actividad en la zona.
A pesar de la voluminosa acción territorial contemplada en el proyecto, la previsión de sus redactores era que se podía autofinanciar. Éste fue también uno de los mandatos planteados por el entoces presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, consciente de la escasa capacidad económica que para entonces tendría la Generalitat debido a su fuerte endeudamiento: barato y espectacular. El coste de las expropiaciones y de la construcción de las infraestructuras previstas debía de compensarse con el aprovechamiento de los terrenos liberados en primera línea de mar, cuyas inversiones asumirían grandes instituciones financieras. Así, el nuevo aeropuerto, que debía pagar Aena, podía sufragarse con la recalificación urbanística de los terrenos que ocupa en la actualidad. El mismo gabinete redactor ya había llegado a mantener contactos con grandes inversores para pulsar su disposición a incorporarse al proyecto.
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